Las tres heridas al narcisismo de la humanidad

Freud: Las “tres heridas al narcisismo de la humanidad”

En esta entrada analizamos el concepto de las “tres heridas al narcisismo de la humanidad”, desarrolladas por Sigmund Freud en su texto “Una dificultad del psicoanálisis”. En este ensayo de 1917, el neurólogo austriaco Sigmund Freud (1856-1939), padre del psicoanálisis, se refiere a tres “afrentas” al narcisismo o amor propio de la humanidad, como heridas que la investigación científica ha significado para el orgullo humano. Y entre ellas está su propio descubrimiento, alcanzado a través de la teoría psicoanalítica, el que, a su juicio, constituye la humillación más impactante.

"Una dificultad del psicoanálisis"
“Una dificultad del psicoanálisis”

Pero ¿qué significa “narcisismo” para este autor? En la mitología griega, hay un personaje fascinante cuya historia resuena hasta nuestros días: Narciso. Es un joven de exquisita belleza que cautivaba a todos, pero incapaz de amar a otros o reconocer a alguien más que a sí mismo. Su mito ha llevado durante siglos a reflexionar sobre esta actitud egocéntrica, y su influencia en el ser humano.

Teniendo en cuanta este relato mítico, Freud introduce el concepto de “narcisismo” en su ensayo de 1914 titulado  “Introducción del narcisismo”. Allí denomina “narcisismo primario” a aquel que se da en los primeros meses de vida, en los que el niño dirige toda sus energías a la satisfacción de sus propias necesidades.

Durante este período todo ser humano se toma a sí mismo como objeto de amor, antes de destinarlo a otros seres del mundo exterior. Toda su “energía libidinal” es autodirigida, nos dice, y el mundo exterior, para él, en rigor, es como si no existiera.

Sigmund Freud "Introducción del Narcisismo"

Biografía de Sigmund Freud https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Autor:Freud,_Sigmund

Sin embargo, estas ideas desarrolladas a comienzo de siglo XX no eran tan fáciles de aceptar. Es por eso que, cuando en el año 1917 Freud recibe una invitación a publicar un artículo explicativo en la revista húngara Nyugat, elabora un ensayo destinado a lectores cultos aunque todavía poco informados sobre su teoría.

Titula entonces a su artículo, “Una dificultad del psicoanálisis” (“Eine Schwierigkeit der Psychoanalyse”), aludiendo no a una dificultad cognitiva, sino afectiva, a que es difícil de aceptar. Profundizaría con más amplitud estas ideas años después, en 1925, bajo el título “Las resistencias contra el psicoanálisis”.

A su juicio, tal dificultad se debe a que, a partir de un gran número de observaciones, sus estudios han dejado plasmada una teoría conocida bajo el nombre de “teoría de la libido”. En ella el psicoanálisis distingue entre las “pulsiones de autoconservación o yoicas”, como el hambre, o la voluntad de poder, es decir, aquellas fuerzas  que pujan por conservar al individuo, y las “pulsiones sexuales”, esa forma de energía psíquica denominada por él “libido” que aspiran, en última instancia, a la reproducción.

"Narcisismo primario"

Así, como señalábamos, al comienzo del desarrollo individual toda libido parece quedar anudada a la propia persona. Y al estado en que el yo retiene junto a sí a la libido Freud lo denomina “narcisismo”. Por lo tanto, el psicoanálisis atribuye un progreso al individuo cuando éste pasa del narcisismo primario al “amor de objeto”, aun cuando la libido – advierte Freud- nunca pasa totalmente a los objetos, dado que cierto monto de ella permanece ligado al yo.

Señala Freud que es posible ver ese narcisismo no solo en el niño pequeño sino también en el “hombre primitivo”, ya que se lo observa en el hecho de éste cree en la omnipotencia de sus pensamientos y por eso pretende influir sobre los eventos del mundo exterior mediante la técnica de la magia.

¿Qué significa la expresión “Las tres heridas al narcisismo de la humanidad”?

Una vez aclarado qué es lo que entiende por narcisismo, pasa Freud a advertir a sus lectores que ese “amor propio de la humanidad”, ha recibido hasta el momento tres graves afrentas por parte de la investigación científica, y este artículo está destinado a revisarlas.

I.La afrenta cosmológica

Explica entonces que, en primer lugar, que el ser humano creyó en los comienzos de su investigación, que su morada, la Tierra, se encontraba en reposo en el centro del universo, mientras que el Sol, la Luna y los planetas se movían en torno de ella describiendo órbitas. La posición central de la Tierra era para él una garantía de su papel dominante en el universo y le parecía que armonizaba bien con su inclinación a sentirse el “amo de este mundo”.

Sistema geocéntrico

Sin embargo, ya los pitagóricos habían puesto en duda la posición privilegiada de la Tierra, y, en el siglo III a. de C, Aristarco de Samos sostuvo, concretamente, que la Tierra era mucho más pequeña que el Sol y que se movía en torno de este cuerpo celeste.

No obstante, remarca Freud, asociamos el verdadero aniquilamiento de esta “ilusión narcisista” con el nombre y la obra de Nicolás Copérnico en el siglo XVI, ya que cuando esta postura encuentra reconocimiento universal, el “amor propio” de los seres humanos experimenta su primera afrenta,  la cosmológica.

II. La herida biológica

Ahora bien, en el curso de su desarrollo cultural,  el hombre se erige en el amo de sus semejantes animales. Pero, no conforme con este predominio, comienza a interponer un abismo entre ellos y su propio ser. Los declara carentes de razón y se atribuye a sí mismo un alma inmortal, pretendiendo pertenecer a un elevado “linaje divino” que le permite romper el lazo de comunidad que lo vinculaba con el mundo animal.

Todos sabemos, afirma Freud, que fueron los estudios de Charles Darwin, así como de sus colaboradores y precursores, los que hace poco más de medio siglo –dice en 1917- pusieron término a esa arrogancia. El hombre no es nada distinto del animal, ni es mejor que él. Ha surgido también del reino animal y es pariente próximo de algunas especies, y más lejano de otras. Sus posteriores adquisiciones no lograron borrar la semejanza tanto física como en sus disposiciones anímicas.

La "herida biológica"
Charles Darwin

De este modo, la idea de que los seres humanos no fueron creados de manera especial y única, sino que evolucionaron a partir de formas de vida más simples y que comparten un ancestro común con otras especies, desafiaría la visión de la humanidad como una creación especial y superior. Y por lo tanto, dice Freud, esta es la segunda afrenta al narcisismo humano, la biológica.

Sobre el Psicoanálisis https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Psicoan%C3%A1lisis

III. La herida psicológica

Así llega al punto que verdaderamente desea desarrollar aquí. Y afirma que, no obstante lo importante de estas dos primeras afrentas, la “más sentida” para los seres humanos fue la tercera, a la que denomina “psicológica”.

Precisa entonces que, aunque degradado “ahí afuera”, debido a su nuevo lugar en el mundo, el ser humano se siente, al menos, soberano en su propia alma. Se ha creado en algún lugar de su yo un órgano de vigilancia que examina sus propios movimientos y acciones para determinar si armonizan con sus exigencias.

Si no lo hacen, dice Freud, supone que logra inhibirlas y relegarlas sin miramientos. Su percepción interna, la conciencia, informa al yo de toda clase de procesos significativos que se desarrollan dentro de la sistema anímico, y la voluntad, guiada por tal información ejecuta lo que el yo ordena.

Vida y obra de Freud

Sin embargo, ese alma no es “algo simple”, advierte; más bien, es una jerarquía de instancias superiores y subordinadas, de acuerdo con la multiplicidad de pulsiones y de vínculos con el mundo exterior, entre los cuales muchos son opuestos e inconciliables entre sí.

De modo que, es ahora el psicoanálisis, a través de sus descubrimientos, el que por fin puede decir al “yo” que no está poseído por nada ajeno, que es una parte de su propia vida anímica la que se ha sustraído de tu conocimiento y del imperio de su voluntad; por eso su defensa es tan endeble. El yo lucha con una parte de su fuerza contra la otra parte, y no puede reunir su fuerza íntegra como si combatiera a un enemigo externo.

Dice Freud:

“Me veo obligado a decir que la culpa reside en ti mismo. Has sobrestimado tu poder al creer que podrías hacer lo que quisieras con tus pulsiones anímicas y no te hacía falta tener miramiento alguno por sus propósitos. Entonces ellas se han sublevado y han emprendido sus propios, oscuros, caminos a fin de sustraerse de la sofocación, se han hecho justicia de una manera que a ti ya no puede parecerte justa.”

Por eso, el yo no se entera del modo en que estas pulsiones lo consiguieron, ni de los caminos que transitaron; Así sólo llegada a su conocimiento el resultado de ese trabajo, el síntoma, que se siente como un padecimiento.

“¡Deja que se te instruya sobre este punto! –continúa -Lo anímico en ti no coincide con lo consciente para ti; que algo ocurra en tu alma y que además te enteres de ello no son dos cosas idénticas.”

El inconsciente: la tercera "herida al narcisismo de la humanidad"
“El yo no es el dueño en su propia casa”

Freud admite aquí que, de ordinario, el servicio que trasmite noticias a nuestra conciencia es suficiente para nuestras  necesidades, y que podemos hacernos la ilusión de que nos enteramos de todo lo más importante. Pero en muchos casos, por ejemplo en el de un conflicto pulsional, ese servicio noticioso falla y nuestra voluntad no llega más lejos que nuestro saber. En todos los casos, esas noticias de nuestra conciencia son incompletas y a menudo sospechosas; y también sucede muchas que veces que sólo llegamos a conocer los acontecimientos cuando ya se consumaron y no los podemos cambiar.

Así, aunque no estemos enfermos, advierte, ¿quién podría abarcar todo lo que se mueve en nuestra alma y de lo cual no nos enteramos o recibimos información falsa? E insiste en que nos comportamos como un déspota absoluto que se conformara con las informaciones que le brindan sus consejeros y no descendiera basta el pueblo para escuchar su voz. Dice entonces:

“Entra en ti, en lo profundo de ti, y aprende primero a conocerte; luego comprenderás por qué debiste enfermar y acaso evitarás enfermarte.”

Así instruiría el psicoanálisis al yo, señala Freud. Por lo tanto, esos dos esclarecimientos, es decir, que la vida pulsional de la sexualidad en nosotros no puede dominarse plenamente, y que los procesos anímicos son en sí inconscientes, volviéndose accesibles y sometiéndose al yo sólo a través de una percepción incompleta y sospechosa, equivalen a aseverar que “el yo no es el amo en su propia casa”. Y ambos reconocimiento  reunidos,  representan la tercera afrenta a la que denomina psicológica.

Copérnico- Darwin-Freud

De este modo, esta tercera afrenta al amor propio de la humanidad es la que constituye la verdadera “dificultad del psicoanálisis”: el hecho de que, al explorar el inconsciente y las motivaciones y deseos ocultos que impulsan nuestro comportamiento, éste revela aspectos de nosotros mismos que están más allá de nuestra conciencia, lo cual desafía la noción tradicional de que somos seres totalmente racionales, y disminuye la creencia en nuestra propia autonomía y control consciente.

En suma, reunidas, estas tres heridas al narcisismo de la humanidad, han minado la creencia en la supremacía y perfección exclusiva del ser humano, confrontándonos con la realidad sobre nuestra verdadera posición dentro del inmenso cosmos y diluyendo la interpretación idealizada que, durante siglos, hemos venido manteniendo sobre nosotros mismos.

Referencias:

Freud, S. (1992). “Una dificultad del psicoanálisis”, en Obras completas Sigmund Freud. Vol. XVII, pp.125-135. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Laplanche, J. (2004) Diccionario de psicoanálisis – Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis : bajo la dirección de Daniel Lagache. Buenos Aires: Paidos.


Laplanche, J. Diccionario de Psicoanálisis https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2023/07/Diccionario_de_psicoanalisis_Laplanche_y.pdf

Freud, S. “Una dificultad del psicoanálisis” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2023/07/Freud-17-Tomo-XVII.pdf


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