Sigmund Freud

Sigmund Freud: El malestar en la cultura

Sigmund Freud es el padre del Psicoanálisis, pero es sabido que no fue solamente un psicoanalista; además de médico y neuorólogo, se desempeñó como un pensador contemporáneo completo, interesado en dedicar gran parte de su obra a la reflexión sobre la cultura en general.

El malestar en la cultura es un ensayo del año 1930, iniciado, en realidad en el año 1929, y que, según el mismo Freud, pertenece al período de unos quince años en los cuales este autor publica obras como Tótem y tabú, Psicología de las  masas y análisis del yo, y luego El porvenir de una ilusión, es decir, obras, todas ellas, interesadas en los problemas culturales.

Sigmund Freud: El malestar en la cultura

Son muchos los textos en los que Freud ensayó aplicar las potencialidades explicativas de su teoría psicoanalítica, no solo en el ámbito del sujeto, sino de la cultura humana en general. Y, en este sentido, es justamente en El malestar de la cultura donde Freud  consigue sus resultados más memorables, siendo considerada por eso como una de las obras más influyentes del siglo xx en el campo de la psicología, psicología social, sociología y hasta filosofía.

Biografía de Sigmund Freud https://www.biografiasyvidas.com/monografia/freud/

“Una de las cuestiones más antiguas de la ética, el problema de la unión de la virtud y la felicidad, es recogida por Freud quien contribuye, a su modo, a reforzar la crisis de la moral en el pensamiento contemporáneo”, afirma Victoria Camps en la “Presentación” del libro Concepciones de la Ética. Para la autora esta obra “expresa la profunda paradoja y contradicción del ser humano cuyo afán por crear una civilización que le condujera al mayor bienestar, ha sido mayormente causa de infelicidad”.

Sigmund Freud - El malestar en la cultura
El malestar en la cultura, de 1930

De este modo, analizando el ensayo en términos generales, podemos afirmar que en El malestar de la cultura Freud reúne sus principales tesis sobre la religión, los orígenes de la cultura, la naturaleza humana, y el porvenir de la civilización. Sin embargo, el problema central que aborda aquí es el de la renuncia pulsional que exige la cultura, la pérdida de la satisfacción individual que implica la vida en sociedad.

El “yo” quisiera hacer ciertas cosas que la cultura no le permite, entonces debe  reprimirse. El sujeto está dividido por deseos que son inconciliables con el “deber ser”. Y, por tanto, en ese contexto la cuestión decisiva es: ¿cómo alcanzar la felicidad y mantenerla?

Freud señala en este texto que es evidente que todos buscan la felicidad, entendida en términos de alcanzar el placer y evitar el displacer. Sin embargo, nada en el mundo parece organizado para ese fin.

Por lo que la cuestión decisiva para el destino de la especie humana es si el desarrollo cultural logrará dominar la perturbación que proviene de la inclinación agresiva y autodestructiva de los seres humanos. Si triunfará el “impulso de vida” o el de “muerte”. De modo que es éste un texto esencialmente ético, en él se extraen las consecuencias éticas de la teoría psicoanalítica.

P. Ricoeur: Freud y la interpretación de la cultura

En su obra Freud: una interpretación de la cultura, Paul Ricoeur realiza una aclaración importante. A diferencia de otras formas de ver la cuestión, Ricoeur señala que, al analizar esta obra de Freud, no hay por qué oponer “civilización” a “cultura”.

Paul Ricoeur: Freud una interpretación de la cultura
Paul Ricoeur

Avierte Ricoeur que en Freud no hay, por un lado, un intento utilitario de dominar las fuerzas de la naturaleza, que sería la “civilización”, y por otro una labor desinteresada, idealista de realizar valores, que sería la “cultura”. La cultura sólo es otro nombre del “superyó” si le asignamos como tarea primordial la prohibición de deseos sexuales y agresivos incompatibles con el orden social. La cultura implica una renuncia de las pulsiones; basta recordar las tres prohibiciones más universales: el incesto, el canibalismo y el asesinato.

Recuerda Ricoeur entonces que el ensayo comienza analizando otro tema familiar a Freud: el de la dureza del vivir. Este tema se despliega en varios niveles: primeramente analiza la innata debilidad humana frente a las aplastantes fuerzas de la naturaleza, y frente a la enfermedad y la muerte.

Pero alude además, fundamentalmente, a la situación de amenaza en que se encuentra el hombre entre los hombres, aludiendo al famoso homo homini lupus de Thomas Hobbes: el hombre hace sufrir al hombre, lo explota como obrero y lo sojuzga como compañero sexual.

“Homo homini lupus”

Y, por eso es que, el ser humano, amenazado en su propia estima, está tan deseoso de consolación, brindada en particular por la religión. Es así como la religión se distingue de la moral. Lo que promete al hombre es aliviarle de su pesada carga instintiva, reconciliarle con su destino y recompensarle de todos sus sacrificios en el “más acá”.

De este modo -advierte Ricoeur siguiendo a Freud-, como en todas las situaciones de impotencia y dependencia, se revive la condición infantil de desamparo; y, del mismo modo, la consolación procede, a su vez, repitiendo el prototipo de todas las figuras consoladoras: la figura del padre.

El hombre sigue siendo presa de la nostalgia paterna porque nunca deja de ser débil como un niño. Así, si todo desamparo es nostalgia del padre, toda consolación es reiteración del padre y, frente a la naturaleza, el hombre-niño se forja dioses a imagen del padre.

Ética y psicoanálisis

En el capítulo del libro Concepciones de la Ética, denominado “Ética y psicoanáisis”, Juliana González afirma que el problema de la moral se halla en el centro mismo de las preocupaciones freudianas. Afirma esta autora que cuando Freud piensa en la conciencia, piensa ante todo en la “conciencia moral”, y que ésta adquiere una particular significación porque es el fenómeno cultural que penetra en lo inconsciente.

Sigmund Freud
Sigmund Freud hacia 1930

En efecto, el inconsciente  produce nada menos que la censura y la represión, de modo que el psiquismo inconsciente es, para Freud, principalmente psiquismo reprimido, en el cual se produce el choque fundamental entre la censura moral y las pulsiones originarias.

La moral está, en efecto, en el corazón del inconsciente, en el corazón del sueño y de la vida primordial de la psique humana. Allí, el “complejo de Edipo” se transforma en el “superyó”, entendido precisamente como la instancia psíquica de la moralidad. Más aún, esta obra muestra que Freud rebasa los marcos de la psicología y realiza una verdadera “interpretación de la cultura”, tal como destaca Ricoeur.

Documental sobre Freud y el Psicoanálisis

Así, sin dejar de atender al sujeto psicológico en su concreción individual, el psicoanálisis se proyectará a consideraciones de índole histórica y social, llegando a aventurarse en el campo de las “especulaciones filosóficas”. Afirma González que, junto con la crítica a la moralidad llevada a cabo por Nietzsche (de la cual Freud es en parte heredero), el psicoanálisis realiza una de las interpretaciones que más ha configurado la mentalidad de nuestro tiempo.

La crítica freudiana, como también la de Nietzsche, no es solo crítica de “una” moral o de una tradición moral -afirma-  aun cuando ésta abarque toda la cultura occidental en sus dos grandes vertientes: greco-romana y judeo-cristiana. El cuestionamiento de estos autores abarca mucho más que una tradición, y llega a niveles más profundos y radicales. Sin embargo, en el caso de Freud, éste no anula la significación de la moralidad, sino que termina confirmándola de manera original, concluye esta autora.

Friedrich Nietzsche, uno de los "maestros de la sospecha"
Friedrich Nietzsche, otro de los “maestros de la sospecha”

Avanzando un poco más en su análisis, señala que el propio Freud, tras considerar durante muchos años que las pulsiones sexuales estaban en la base del inconsciente y se regían por el principio “último” del placer, advierte que hay otro fondo pulsional más profundo, radical y originario, que sería el principio verdaderamente primigenio y fundamental: el de las “pulsiones de muerte”.

La aspiración primaria de la vida, habría detectado Freud, es hacia la no-vida, es el regreso al fondo imperturbado de lo inorgánico. Se trata de la pulsión regresiva que busca recuperar el estado primordialmente inerte de la materia. El principio de repetición, de regresión, de autodestructividad y de agresión, de muerte, en suma, se halla en la raíz misma de la naturaleza humana.

Pero -destaca González- si la pulsión de muerte es concebida esencialmente por sus características regresivas, es decir, por su tendencia a la repetición de estados anteriores y, en última instancia, al regreso definitivo a lo inorgánico, entonces, la libido, por ser justamente pulsión de vida, es ahora definida con las características opuestas a la pulsión de muerte (thánatos); ya no es propiamente libido, sino “eros”.

Así, si la pulsión de muerte implica regresión, repetición, inercia y desintegración, eros es progresión, innovación, energía, impulso de integración. La pulsión de vida ya no es definida con la ambigüedad que parecía tener la ambivalencia de la libido, sino con la nitidez de eros, como la pulsión esencialmente positiva que concentra las potencias amorosas y creativas de la vida en cuanto tal.

Esto significa que de la vida misma, de su trasfondo inconsciente, pulsional, puede surgir la energía creadora de la cultura en general, y de la vida moral en particular.

El diván de Freud
El célebre diván de Freud, conservado en Londres

Eros es, así, el sostenedor de la vida y también el principio de la civilización y la cultura. En términos de Freud: “La cultura es un proceso al servicio de eros”.

Es cierto que hay en Freud la propensión a dar un énfasis particular a los poderes de la pulsión de muerte. Pero, según esta autora, aun cuando sean escasos los desarrollos freudianos del eros, lo poco que dice sobre él es decisivo y hace expreso, no sólo el hecho de que ambas pulsiones, de vida y de muerte, sean igualmente “inmortales”, sino que, de la relativa victoria que eros obtenga sobre la muerte, dependen tanto la vida y la civilización humanas como el bien de los individuos.

Referencias:

Freud, S. (1992). EL malestar en la cultura, en Obras completas. Vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu.

González, J. (2013) “Ética y psicoanálisis”, en Camps, V., Guariglia, O. y Salmerón, F. (eds.) Concepciones de la ética. Madrid: Trotta.

Ilivitzky, Matías E. (2019) : En torno a “El malestar en la cultura”:Perspectivas filosófico-políticas sobre Freud, Serie Documentos de Trabajo, No. 691,Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (UCEMA), Buenos Aires

Ricoeur, P. (1990). Freud: una interpretación de la cultura. México: Siglo XXI.


Camps. V. Concepciones de la Ética https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2022/06/Camps-V.-y-otros-Concepciones-de-la-Etica.pdf

Freud, S. El malestar en la cultura, en Obras completas https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2022/02/Freud-Obras-completas-21-Tomo-XXI.pdf

Ilivitzki, M. “En torno a el malestar en la cultura” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2022/06/Ilivitzky-Matias-El-Malestar-en-la-cultura.pdf

Mapa “El malestar en la cultura” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2022/06/Mapa-El-malestar-en-la-cultura.pdf


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