Max Weber: conceptos fundamentales de su pensamiento

En esta entrada sobre Max Weber y los conceptos fundamentales de su pensamiento, recorremos las principales obras este autor, en las que estas ideas están dispersas a lo largo de toda su trayectoria de vida. Maximilian Karl Emil Weber (1864-1920) nace en la ciudad de Erfurt, Prusia, actualmente Alemania. Siendo el mayor de los 7 hijos de un jurista y político y de una madre calvinista moderada, a la edad de catorce años ya escribía cartas  con referencias a Homero, Virgilio, y Cicerón, a la vez que leía a Goethe, Spinoza, Kant y Schopenhauer. Luego estudió en las universidades de Heidelberg, Berlín y Gotinga, entre otras, abocándose especialmente al derecho, la historia y la economía.

Max Weber: Conceptos fundamentales

En Heidelberg estudió Leyes pero también tomó clases de economía y estudió historia medieval. Tal vez por eso es que durante la mayor parte de su vida no se vio a sí mismo estrictamente como sociólogo, sino más bien como historiador o, al menos, en el terreno de la sociología histórica. Lo cierto es que junto a Karl Marx, Alexis de Tocqueville, Vilfredo Pareto, Ferdinand Tönnies y Émile Durkheim, Weber fue uno de los fundadores de la sociología moderna.

Conceptos fundamentales en la obra de Weber

Veremos aquí, entonces, los principales conceptos de su legado en orden cronológico, tal como fueron siendo publicados en sus obras. Recorreremos para ello La Ética protestante y el “espíritu” del capitalismo (Die protestantische Ethik und der ‘Geist’ des Kapitalismus), publicada entre 1904 y 1905, El político y el científico (Politik als Beruf, Wissenschaft als Beruf), obra que consta de dos conferencias, una brindada en 1917 y la otra en 1919.Y finalmente Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der Verstehendn Soziologie), publicado en 1921, como póstumo.

Conversaciones sobre Max Weber en el centenario de su muerte I: Joaquín Abellán https://canal.uned.es/video/5fd77c20b609233c843195b2?track_id=5fd77c78b609233c9a4f2302&utm_

La Etica protestante y el espíritu del capitalismo  

El “espíritu del capitalismo

Ya el título de esta obra contiene un concepto a ser explicado, es decir, la noción de espíritu del capitalismo”. Esto se debe a que este ensayo a se convirtió en el más conocido de toda su producción, sentando las bases para su trabajo futuro sobre el impacto de la cultura y la religión en el desarrollo de los sistemas económicos.

En él, Weber argumenta que hay muchas razones para buscar los orígenes de este espíritu en las ideas religiosas del protestantismo, dado que algunas variantes de éste terminaron favoreciendo la búsqueda racional del beneficio económico. No se trataba, evidentemente, del objetivo central de esas ideas religiosas, sino que resultaba, más bien, una derivación de su espíritu, de la lógica inherente de dichas doctrinas. Su tesis principal, por tanto, es que la ética y las prácticas asociadas con el protestantismo, especialmente en su forma calvinista, jugaron un papel crucial en esta cuestión debido a ciertas razones.

En primer lugar, Weber observó que el calvinismo promovía una forma de ascetismo que no se retiraba del mundo, como la vida monacal, sino que se vivía dentro del mundo secular. Este ascetismo intramundano fomentaba una vida de autodisciplina, trabajo duro y moderación, valores que eran congruentes con las demandas del capitalismo.

La ética protestante y el "espíritu" del capitalismo

Por otra parte, esta vertiente calvinista también reinterpretó el concepto de vocación (Beruf). Para los calvinistas, cada individuo tenía una vocación dada por Dios, y la realización diligente de los deberes asociados con esta vocación era una forma de glorificar a Dios. Este énfasis en la vocación contribuyó a la ética del trabajo arduo y la profesionalidad, esenciales para el desarrollo capitalista.

Un tercer rasgo es que la doctrina calvinista de la predestinación enseñaba que el destino de cada individuo, su salvación o condena, estaba predeterminado por Dios. Esta creencia generaba una gran ansiedad entre los creyentes, quienes buscaban señales de su estado elegido. De modo que el éxito económico y la prosperidad se interpretaron como posibles indicios de la gracia divina, lo que incentivaba a los individuos a trabajar arduamente y acumular riqueza como una forma de demostrar su salvación.

Por otro lado, la ética protestante valoraba la frugalidad y el ahorro, y consideraba el gasto ostentoso y el consumo excesivo como inmorales. Este comportamiento promovía la acumulación de capital, que podía ser reinvertido en actividades productivas, fomentando así el crecimiento económico. De este modo, la ética protestante fomentó una actitud racional y sistemática hacia el trabajo y los negocios, que implicó planificación, organización y un enfoque orientado hacia la eficiencia y la productividad, elementos clave para el espíritu capitalista.

Por lo tanto, esa nueva mentalidad económica que se forma en la edad moderna, considera como un deber moral el ganar dinero, pero prescindiendo de toda consideración eudemonista, es decir, sin tomar en consideración ningún interés de tipo individual como la felicidad o el placer del individuo. Dice Weber, contundente:

“El Dios del calvinismo, por el contrario, exige de los suyos y produce en ellos no «buenas obras», sino una «vida santa», es decir, una santificación por las obras elevada a sistema.”

La ética protestante fomentaba la frugalidad y el ahorro

En esta racionalización de la vida en el mundo, pero que no es para este mundo ni de este mundo, sino que es acreditación del estado de gracia del creyente, resume en la concepción de la actividad productiva del protestantismo ascético, en su idea de profesión, diferente no sólo del catolicismo sino también del luteranismo. Por lo tanto, esta mentalidad nueva -que no es la codicia que ha existido en todos los tiempos- nos dice Weber, se opone frontalmente a la mentalidad del tradicionalismo, según la cual se trabaja solo para vivir y no al revés, no considerando, en ningún caso, el trabajo y el enriquecimiento como un “deber moral”.

En efecto, señala Weber que el hombre de mentalidad precapitalista trabaja para vivir y, en caso de que se disponga de alguna riqueza, evita trabajar y se dedica a otro tipo de actividades, como la caza, el juego o la guerra. Esta actitud no sólo está asumida por la nobleza, sino que participan de ella igualmente los gremios de trabajadores, interesados en asegurar un determinado nivel de vida a sus miembros. No es, por tanto, la acumulación de capital la que mueve la expansión del capitalismo moderno, sino esa nueva actitud ante la actividad económica. Porque los capitales acumulados mediante la guerra, la piratería o la especulación no hicieron surgir el espíritu capitalista, nos dice.

Es más bien al revés: quien considera su trabajo como una actividad moral -profesional en el sentido protestante de la expresión- Es quien acaba formando un capital. Por eso, en la búsqueda del  origen del espíritu del capitalismo, Weber detecta que solo otra mentalidad religiosa en los siglos XVI y XVII, podía tener la fuerza necesaria para desarrollar e imponer una nueva actitud, distinta y opuesta a ese tradicionalismo dominante.

Sin embargo, Dice Weber:

 “Aquellos potentes movimientos religiosos, cuya significación para el desarrollo económico residía ante todo en la educación ascética que producían, desarrollaron todos sus efectos económicos, por regla general, tan sólo después de que ya se hubiera superado el punto álgido del entusiasmo puramente religioso, después de que la tensa búsqueda del reino de Dios hubiera comenzado a diluirse paulatinamente en la austeridad de la virtud profesional, después de que se extinguieran poco a poco sus raíces religiosas y se dejara sitio a un utilitarismo del mundo de más acá…”

Juan Calvino
Juan Calvino

La “jaula de hierro”

Llegamos, así, al segundo concepto central de esta obra, el de  “jaula de hierro”, que es, sin duda, el que se ha difundido como la más célebre metáfora del libro. No obstante, la expresión literal en alemán (stahlhartes Gehäuse) está más cerca de “confinamiento de acero”, o en algunas otras traducciones, como en la utilizada aquí, la de “caparazón duro como el acero”. Sin embargo, la expresión que utilizó Talcott Parsons, padre del funcionalismo estructural, en su traducción a la versión inglesa fue “iron cage”, es decir, “jaula de hierro”, y esa imagen se convirtió en la metáfora central de este escrito.

No obstante, la expresión “caparazón duro como el acero” alude a un material más moderno y maleable y expresa mejor el sentido último de las investigaciones de Weber en torno cómo las estructuras racionales y burocráticas se han vuelto restrictivas y deshumanizantes, convirtiéndose casi en parte orgánica de nuestras vidas, que ya no nos podemos extirpar.

También refleja adecuadamente la sensación, observada por Weber, de pérdida de libertad debido a la organización de la vida en torno a rutinas y reglas estrictas, que limitan la capacidad de las personas para actuar de manera autónoma y espontánea. O la impersonalidad en las relaciones humanas dentro de estos sistemas burocráticos, que las vuelven distantes y formales. En suma, con ella Weber describe adecuadamente el sentimiento de alienación por vivir en una sociedad altamente racionalizada, en la que las personas pueden sentirse desconectadas de su propio trabajo, de las demás personas, e incluso, de sí mismas.

Weber habla de un "caparazón duro como el acero"
“Caparazón duro como el acero”

Weber no argumentó, sin embargo, que el protestantismo fuera la única causa del surgimiento del capitalismo, sino que ciertas características de su visión del mundo le proporcionaron un impulso significativo. Y aunque veía esta situación como un destino casi inevitable de la modernización capitalista, y reconocía que los avances en eficiencia y productividad, también lamentaba la pérdida de significado de la vida social a causa de las estructuras racionalizadas. Lo cierto es que este libro refleja, según los especialistas, la gran ambigüedad que sentía Weber frente al desarrollo del capitalismo.

Así, casi al cierre de este escrito dice Weber que

 “El puritano quería ser un hombre profesional, nosotros tenemos que serlo. Pues el ascetismo, al trasladarse desde las celdas monacales a la vida profesional y comenzar a dominar la moralidad ultramundana, ayudó a construir ese poderoso mundo del sistema económico moderno, vinculado a condiciones técnicas y económicas en su producción mecánico-maquinista, que determina hoy, con una fuerza irresistible, el estilo de vida de todos los individuos que nacen dentro de esta máquina -y no sólo de los que participan directamente en la actividad económica- y que, quizá, lo determinará hasta que se consuma el último quintal de combustible fósil.”

Y aclara en un pasaje clave, que alberga la noción de “caparazón duro como el acero” que, para el puritano,

“…la preocupación por los bienes externos sólo tendría que ser como «un abrigo liviano, que se puede quitar de encima en todo momento», sobre los hombros de sus santos. Pero el destino ha convertido este abrigo en un caparazón duro como el acero. Al emprender el ascetismo la transformación del mundo y al tener repercusión en él, los bienes externos de este mundo lograron un poder creciente sobre los hombres y al final, un poder irresistible, como no había sucedido nunca antes en la historia. Hoy el espíritu de ese ascetismo se ha salido de ese caparazón, y quién sabe si definitivamente. El capitalismo victorioso, desde que tiene una base mecánica, ya no necesita de ese apoyo.”

Al mismo tiempo, Weber era escéptico con respecto a respecto a la posibilidad de una revolución proletaria que llevara a una sociedad sin clases, como  proponía Marx. Creía que cualquier forma de organización social, incluso el socialismo, estaría marcada por la burocracia y la racionalización, lo que limitaría la libertad individual.

El socialismo no escapa a la racionalización y burocratización, según Weber.
El socialismo también estará racionalizado y burocratizado

El político y el científico

Este libro agrupa dos conferencias impartidas por Weber como un intento de orientar a una generación joven en tiempos de crisis, proporcionando un análisis profundo y crítico sobre la vocación científica y política en un mundo moderno y racionalizado. Quería ofrecer a los estudiantes un marco conceptual para entender y enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo, y para reflexionar sobre cómo encontrar un sentido de propósito y responsabilidad en su vida profesional y personal.

“La ciencia como profesión”

El “desencantamiento del mundo”

La primera conferencia, presentada bajo el título de “La ciencia como profesión” (Wissenschaft als Beruf) la pronunció en Múnich el día 7 de noviembre de 1917, pero fue publicada recién en 1919. Weber utiliza el término “desencantamiento del mundo” (Entzauberung der Welt) para describir el proceso por el cual la racionalización y la ciencia moderna han despojado al mundo de su misterio, magia y sentido trascendental. Según Weber, a medida que la ciencia y la tecnología avanzan, las explicaciones mágicas y religiosas del mundo son reemplazadas por explicaciones racionales y científicas, lo que lleva a una desmitificación o desencantamiento en un mundo cada vez más dominado por la lógica y la eficiencia racionales. De este modo, el progreso de la “intelectualización” y “racionalización”

“…representa el entendimiento o la creencia de que, en un momento dado, en el momento que se quiera, es posible llegar a saber, por consiguiente, que no existen poderes ocultos e imprevisibles alrededor de nuestra existencia; antes bien, de un modo opuesto, que todo está sujeto a ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Con eso queda al descubierto, sencillamente, que lo mágico del mundo está excluido. A la inversa del salvaje, el cual aún cree que tales poderes existen, nosotros no tenemos que valernos de medios que obren efectos mágicos para controlar a los espíritus o incitarnos a la piedad. Esto es algo que se puede lograr por medio de la técnica y la previsión. He ahí, en esencia, el significado de la «intelectualización».”

La ciencia moderna y el proceso de "desencantamiento del mundo"
La ciencia ha colaborado al “desencantamiento del mundo”

Weber se pregunta, así, si todo este proceso de “liberación de la magia” o “desencantamiento” que, en rigor, en la cultura occidental viene produciéndose desde hace miles de años, si todo este “progreso”, en el que la ciencia se va introduciendo como parte integrante y fuerza propulsora, tiene algún sentido que vaya más allá de lo meramente práctico y técnico.

Es que en efecto, para él, el hombre fruto de la civilización, inmerso en un mundo que se enriquece continuamente con saberes, diferentes ideas y nuevos problemas, no logra captar, sin embargo, más que una mínima partícula de aquello que esclarece la vida espiritual. Por lo tanto, ni la ciencia ni la cultura, en cuanto tal, logran ofrecer algún significado, dado que son ellas, precisamente, las que con su “insensato avance acelerado” dejan a la muerte sin ningún sentido.

Dice al respecto Weber:

“¿Cuál es el sentido actual de la ciencia como vocación? La respuesta más acertada es la de Tolstói, contenida en las siguientes palabras: «La ciencia carece de sentido, puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir». Sería vano discutir el hecho de que, en realidad, la ciencia no responde a tales cuestiones. El meollo del problema está, sin embargo, en que no ofrece ninguna respuesta y en que no contribuye, en definitiva, a plantear adecuadamente tales cuestiones.”

León Tolsói
León Tolstói

Ciencia “sin supuestos previos”

Otro concepto central en el pensamiento de Weber es el la idea de una “ciencia sin supuestos previos”. Alude a ello en el contexto de su reflexión sobre la objetividad y el papel del científico, especialmente en las ciencias sociales, y con ello se refiere a la idea de que la ciencia debe esforzarse por ser lo más objetiva y neutral posible, evitando imponer juicios de valor, ideologías o creencias personales en la investigación científica. Para Weber, esto es especialmente crucial en las ciencias sociales, donde el investigador estudia fenómenos humanos que están cargados de significados y valores culturales.

Weber y la pasión

Sin embargo, Weber también reconoce que es prácticamente imposible para el ser humano alcanzar una objetividad total, ya que los científicos, como cualquier otro ser humano, están inmersos en un contexto cultural, social y personal que influye en sus percepciones y juicios. A pesar de esta limitación, Weber aboga por la “wertfreiheit” o “neutralidad valorativa”, es decir, un compromiso del científico para minimizar la influencia de sus propios valores en su trabajo.

Dice al respecto:

“Actualmente suele hablarse con asiduidad de una ciencia «sin supuestos previos». ¿Puede existir como tal? Todo depende, claro está, del sentido que se imprima a esta expresión. No hay trabajo científico que no tenga siempre como presupuesto la validez de la lógica y de la metodología, que son las disciplinas fundamentales, en lo general, de nuestra orientación en el mundo.”

Sin embargo, continúa, contundente:

“…Existen dos tipos de problemas cabalmente heterogéneos. De un lado, la comprobación de los hechos, la determinación de contenidos lógicos o matemáticos o de la estructura interna de los fenómenos culturales; del otro, la respuesta a la pregunta sobre la cultura y sus contenidos concretos y, en esencia, la orientación en cuanto al comportamiento del hombre dentro de la comunidad cultural y de las asociaciones políticas.”

Y remata la idea refiriéndose a la actitud docente ante cuestiones valorativas e ideológicas en las universidades:

“De no faltar quien pregunte la razón por la cual no deban tratarse en las aulas los problemas inherentes al segundo tema, habré de responderle que ello es debido a la simple razón de que las aulas no son tribunas de profetas o demagogos. Unos y otros ya recibieron este consejo: «Vayan por calles y plazas y hablen públicamente», es decir, habla por dondequiera se te pueda criticar. En el aula, el catedrático se halla en el uso de la palabra ante el silencio de sus alumnos; para cursar su carrera, es obligación de los estudiantes asistir a las clases impartidas por el maestro, sin que les esté permitido expresar puntos de vista opuestos. Es de mi parecer que entraña una absoluta falta de responsabilidad el que un profesor tome ventaja de sus prerrogativas para influir en los estudiantes, transmitiéndoles sus propias opiniones políticas, en vez de limitarse a cumplir con su misión específica: la de suministrarles sus conocimientos y su experiencia científica.”

Aula siglo XIX
Weber alienta la “neutralidad valorativa” en aulas de ciencias

 “Politeísmo valorativo”

Este concepto clave del pensamiento de Weber es utilizado por él para describir una característica fundamental de la modernidad y la vida social contemporánea: la coexistencia y el conflicto entre múltiples sistemas de valores y creencias que compiten entre sí, sin que ninguno tenga una autoridad o legitimidad absoluta sobre los demás.

Lo que quiso expresar Weber con esta idea es, así, que en una situación de “politeísmo valorativo”, no existe un “dios” único en el sentido metafórico de un valor supremo que pueda resolver todos los conflictos de valores de manera concluyente. Estos sistemas de valores que guían el comportamiento y las decisiones de las personas pueden incluir valores religiosos, éticos, estéticos, políticos, económicos, y científicos, entre otros. Cada uno de ellos tiene sus propias normas y principios. Más aún, dado que estos sistemas de valores son múltiples y a menudo incompatibles entre sí, los individuos y las sociedades enfrentan conflictos de valores.

Los valores científicos pueden chocar con los valores religiosos

Por ejemplo, los valores religiosos pueden entrar en conflicto con los valores científicos. Este tipo de conflictos puede ser una fuente de tensión y de verdaderos dilemas éticos. Y esto implica una gran responsabilidad personal, ya que no hay una guía única y clara, lo que puede llevar a una sensación de incertidumbre y ambivalencia. Para Weber la causa de esto es el proceso de secularización que, aunque pueda parecer inevitable en el mundo moderno, ha debilitado la influencia de sistemas de valores unificados y tradicionales, como la religión.

Por lo tanto, este concepto está totalmente vinculado al “desencantamiento del mundo” ya mencionado, a causa del predominio de la racionalidad científica la que, a su juicio, no puede, ni de hecho ni por derecho, resolver todas cuestiones que se plantea el espíritu humano, ya que éstas escapan por principio a cualquier decisión pueda ser asumida por la ciencia. Dice Weber en forma de ejemplo del “politeísmo valorativo”:

“Ahora bien, hay una cosa que está fuera de mi alcance: ¿Cómo es posible que se pretenda decidir científicamente entre el valor de la cultura francesa y el de la alemana? En este caso se trata también de diferentes dioses que luchan entre sí, y para siempre.”

No obstante, a pesar de sus lamentos en este sentido, Weber también valoraba el politeísmo valorativo porque lo veía como una manifestación de la libertad y la autonomía del individuo moderno. En lugar de estar sometidos a un único conjunto de creencias o a una autoridad absoluta, los individuos en la modernidad tienen la libertad de elegir sus propios valores y de darle sentido a sus vidas de manera autónoma. Por otra parte, esta pluralidad permite la diversidad cultural, el progreso intelectual y la creatividad, ya que diferentes perspectivas pueden coexistir y enriquecerse mutuamente.

Weber valora la diversidad cultural y el politeísmo valorativo
Weber evalúa positivamente el “politeísmo valorativo”

 “La política como vocación”

En la segunda de estas conferencias, “La política como vocación” (Politik als Beruf), brindada  a comienzos de julio de 1919, Weber explora la naturaleza de la política, la ética del político y el concepto de la vocación en relación con la actividad política. Tras definir la política como “la búsqueda del poder o la influencia dentro de un Estado”, define a éste como una “comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama (con éxito) el monopolio de la violencia legítima”. Esta definición es crucial porque establece que la política es inseparable del uso legítimo de la fuerza, que es lo que distingue al Estado de otras formas de organización social.

Por otra parte, Weber distingue entre quienes viven “para” la política y quienes viven “de” la política. Vivir “para” la política implica una dedicación desinteresada y vocacional, donde el político ve su actividad como una misión o un servicio a la comunidad. Vivir “de” la política, en cambio, se refiere a aquellos que ven la política como una forma de ganarse la vida o de obtener poder personal.

Ética de la convicción y ética de la responsabilidad

Weber se pregunta, entonces:

 “Así pues ¿cuál es la relación auténtica que existe entre ética y política? ¿No tienen nada en común la una con la otra, como se suele asegurar? O por el contrario, ¿es cierto que hay una sola ética valedera tanto para la actividad política como para otra cualquiera?”

Weber introduce, con este pasaje, la ya célebre distinción entre “ética de la convicción” y “ética de la responsabilidad”, centrada en dos diferentes enfoques hacia la moralidad en su relación con la toma de decisiones en el ámbito político y social.

El político y el científico, de Max Weber

La primera de ellas, la ética de la convicción, al modo de la ética kantiana, o de la exigente moral del Evangelio, se basa en la idea de que las acciones deben ser juzgadas por las intenciones y los principios morales del actor, independientemente de las consecuencias de esas acciones. Quienes siguen esta ética actúan de acuerdo con sus convicciones y creencias morales sin comprometerse por las posibles repercusiones. Por ejemplo, una persona que sigue la ética de la convicción podría rechazar la violencia en todas sus formas, sin importar las circunstancias o el resultado de esa decisión.

Dice Weber, por tanto, aludiendo a la “ética de la convicción”:

“¿Qué decir, entonces, sobre la ética del Sermón de la Montaña? El Sermón de la Montaña, esto es, la ética absoluta del Evangelio, es algo mucho más serio de lo que piensan quienes citan sus mandamientos. No es para tomarlo a broma. De esa ética puede decirse lo mismo que se ha dicho de la causalidad en la ciencia, que no es un carruaje que se pueda hacer parar para tomarlo o dejarlo a capricho. Se la acepta o se la rechaza por entero, éste es precisamente su sentido, proceder de otro modo es trivializarla.”

Sin embargo, esta ética nos ordena “no resistir el mal con la fuerza”, pero para el político lo que tiene validez es el mandato opuesto, nos dice: “has de resistir al mal con la fuerza, pues de lo contrario te haces responsable de su triunfo.”

Por lo tanto, para Weber, en ciertas ocasiones es fundamentar apelar a una ética de la responsabilidad, que sí se centra en las consecuencias de las acciones. Según este criterio los actores deben considerar los posibles efectos y resultados de sus decisiones y asumir la responsabilidad por ellos. Quienes adoptan esta ética reconocen que, en el ámbito político y social, es fundamental tener en cuenta las realidades prácticas y las posibles repercusiones de las acciones. Por ejemplo, un político que sigue la ética de la responsabilidad podría considerar necesario tomar decisiones difíciles que involucren compromisos morales, siempre y cuando los resultados beneficien al bien común.

Weber en 1917
Weber en tiempos de sus conferencias

 “Con esto llegamos al punto crucial. Tenemos que ver con claridad que cualquier acción orientada éticamente puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí y totalmente opuestas: puede orientarse según la ética de la «convicción» o según la ética de la «responsabilidad». No es que la ética de la convicción signifique una falta de responsabilidad o que la ética de la responsabilidad suponga una falta de convicción. No se trata de eso. Sin embargo, entre un modo de actuar conforme a la máxima de una ética de convicción, cuyo ordenamiento, religiosamente hablando dice: «el cristiano obra bien y deja los resultados a la voluntad de Dios», y el otro modo de obrar según una máxima de la ética de la responsabilidad, tal como la que ordena tener presente las previsibles «consecuencias» de la propia actuación, existe una insondable diferencia.”

“(…) En el momento que las consecuencias de una acción con arreglo a una ética de la convicción resultan funestas, quien la llevó a cabo, lejos de considerarse comprometido con ellas, responsabiliza al mundo, a la necedad de los hombres o la voluntad de Dios por haberlas hecho así. Por el contrario, quien actúa apegado a una ética de la responsabilidad toma en consideración todas las fallas del hombre medio.”

Y agrega:

“Con esto tampoco llegamos a la solución final del problema. No hay ética en el mundo que pueda substraerse al hecho de que para alcanzar fines buenos haya que recurrir, en muchos casos, a medios moralmente dudosos, o por lo menos arriesgados, tanto más, cuanto que son posibles las consecuencias laterales moralmente negativas y hasta existe gran probabilidad de que así sea. Es más, ninguna ética del mundo es capaz de precisar, ni resolver tampoco, en qué momento y hasta qué punto los medios y las consecuencias laterales moralmente arriesgadas quedan santificados por el fin moralmente bueno. La política tiene como factor determinante la violencia. Todos ustedes pueden fácilmente calcular la intensidad de la tensión que, en el plano de la ética, existe entre medios y fines.”

Weber afirma que, sin embargo, nadie puede sentenciar si hay que proceder conforme a la ética de la responsabilidad o de acuerdo a la ética de la convicción, o cuándo conforme con la una o de acuerdo con la otra. Por lo que, desde este punto de vista, la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos opuestos entre sí, sino que son elementos complementarios que deben concurrir a la formación del hombre auténtico, a la formación del hombre que pueda tener “vocación política”.

Para Weber la "ética de la responsabilidad" es fundamental en política
Weber insiste en “ética de la responsabilidad” en terreno político

Por lo tanto, Weber argumentó que los líderes y políticos efectivos deben equilibrar estas dos éticas dado que, mientras que la ética de la convicción es importante para mantener principios y valores, la ética de la responsabilidad es crucial para tomar decisiones pragmáticas y efectivas en el mundo real. Un líder que solo sigue la ética de la convicción puede ser visto como moralmente íntegro pero con un ejercicio de la política impracticable, mientras que uno que solo sigue la ética de la responsabilidad puede ser visto como pragmático pero potencialmente amoral.

Conversaciones sobre Max Weber en el centenario de su muerte II: José Luis Vilcañas https://canal.uned.es/video/5fe057a9b609237e2415a3f4

Economía y sociedadEsbozo de sociología comprensiva

Según el orden cronológico que hemos venido siguiendo, la obra Economía y sociedad, que constituye un compendio fundamental de su pensamiento, es la última de nuestro análisis dado que fue publicada póstumamente, en 1922, por su esposa, Marianne Weber.

El concepto de la “acción social”

Dice Weber en estos escritos recopilados que la acción social, incluyendo en ella la tolerancia y la omisión, “se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras”.  De este modo, no toda clase de acción es “social” en el sentido aquí admitido. La conducta íntima es acción social sólo cuando está orientada por las acciones de otros. No lo es, por ejemplo, la conducta religiosa cuando no es más que contemplación, oración solitaria, etc. Y la actividad económica de un individuo únicamente lo es en la medida en que tiene en cuenta la actividad de terceros.

Un choque de dos ciclistas, por ejemplo, es un simple suceso de igual carácter que un fenómeno natural. En cambio, aparecería ya una acción social en el intento de evitar el encuentro, o bien en la riña o consideraciones amistosas subsiguientes al encontronazo. Cuando en la calle, al comienzo de una lluvia, una cantidad de individuos abre al mismo tiempo sus paraguas, la acción de cada uno no está orientada por la acción de los demás, sino que la acción de todos, de un modo homogéneo, está impelida por la necesidad de defenderse de la mojadura.

Un mero choque de ciclistas no es una "acción social"
Un mero choque de ciclistas no es una “acción social

Cuando, al contrario, se imita una conducta ajena porque está de “moda” o porque vale como “distinguida” en cuanto estamental, tradicional, ejemplar o por cualquier otro motivo semejante, entonces sí tenemos la relación de sentido, bien respecto de la persona imitada, de terceros o de ambos, nos dice Weber.

Por otra parte, algunas formas de reacción se facilitan, mientras que otras se dificultan, por el simple hecho de que un individuo se sienta formando parte de una masa. De tal suerte que un determinado acontecimiento o una conducta humana pueden provocar determinados estados de ánimo -alegría, furor, entusiasmo, desesperación y pasiones de toda índole—que no se darían en el individuo aislado (o no tan fácilmente), asegura.

Los cuatro “tipos ideales” de acción social

Al comienzo de esta obra Weber presenta su teoría de la acción social, en la que incluye cuatro tipos “ideales”. Weber utiliza estos tipos ideales de acción social para analizar y comprender mejor las motivaciones y el comportamiento de los individuos en diferentes contextos sociales. Cada tipo de acción representa una forma pura de motivación, aunque en la realidad, las acciones individuales a menudo pueden combinar elementos de más de un tipo. La tipología de Weber permite, así, una comprensión más matizada de la complejidad del comportamiento humano y la estructura social. Dice Weber entonces que la acción social, como toda acción, puede ser:

Weber construye su "teoría de la acción social"

Acción racional con arreglo a fines (Zweckrationalität)

Es la acción determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizando esas expectativas como “condiciones” o “medios” para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. Los individuos consideran tanto los fines como los medios, y actúan de manera calculada y lógica. El agente toma en consideración el comportamiento de los demás y de los objetos del mundo exterior como un medio para alcanzar su propio fin. Se trata de una acción instrumental que para Weber, en su forma teórica, es característicamente la ciencia en tanto susceptible de aplicación tecnológica.

Pero también se da este tipo de acción en el caso de un estudiante que elige una carrera universitaria basada en la demanda laboral para asegurarse un buen empleo en el futuro. El fin es obtener un empleo estable y bien remunerado, y la elección de la carrera es el medio para lograrlo. O un arquitecto planifica y diseña un edificio utilizando materiales y técnicas que maximicen la eficiencia energética y reduzcan los costos de mantenimiento. El fin es construir un edificio eficiente y económico, y la planificación cuidadosa es el medio para lograrlo.

Acción racional con arreglo a valores (Wertrationalität))

Se trata de una acción determinada por la creencia consciente en el valor -ético, estético, religioso o de cualquiera otra forma como se le interprete- propio y absoluto de determinada conducta, sin relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. Determinada, así, por principios o normas morales, esta racionalidad implica a la colectividad, y se corresponde con formaciones intelectuales tales como la ideología o la ética, sin relación alguna con el resultado. En suma, la acción está guiada por la creencia en el valor intrínseco de un comportamiento específico, independientemente de las consecuencias.

Por ejemplo, una persona participa en una manifestación en defensa de los derechos humanos, motivada por su convicción de que todos los seres humanos merecen ser tratados con dignidad y respeto, aunque la protesta pueda no tener un impacto inmediato en la legislación. O un juez rechaza un soborno, incluso si esto podría poner en peligro su seguridad o su posición profesional, porque está comprometido con la integridad y la justicia, valores que considera fundamentales.

Acción afectiva (affektuelles Handeln)

Es la acción especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales. En su propia descarga afectiva, la conciencia subjetiva rompe con la rutina tradicional. señala Weber, y, afirmándose como subjetividad, se pone en camino de la autoconciencia racional. Por ejemplo, un padre abraza a su hijo al reencontrarse después de un largo tiempo. El abrazo no es planeado ni busca un fin específico, sino que es una expresión espontánea del amor y la alegría que siente al ver a su hijo. O un individuo se enfurece y golpea la pared tras recibir una mala noticia. La acción de golpear la pared es una respuesta impulsiva de ira y frustración, no es racional ni busca un resultado específico, sino que es una descarga emocional.

Acción tradicional (traditionales Handeln)

La acción tradicional, según Weber, hecha siguiendo las costumbres
La acción tradicional

Se trata de una acción determinada por costumbres y hábitos arraigados. Los individuos actúan de acuerdo con lo que siempre se ha hecho, siguiendo rutinas establecidas sin cuestionar ni analizar racionalmente las alternativas. No hay en ella una elección de medio a fin, si no que se hace algo de la forma en que se ha hecho normalmente. El actor no se interroga sobre la efectividad del medio. Un ejemplo sería celebrar una festividad cultural de la misma manera en que se ha hecho durante generaciones, o casarse en un lugar de culto. Muchas personas eligen casarse en una iglesia, mezquita, templo u otro lugar de culto, no porque hayan considerado todas las opciones, sino porque es lo que tradicionalmente se hace en su cultura o familia.

De este modo, aunque en su análisis, Weber destaca la importancia de la racionalización en la sociedad moderna, en la que las acciones tienden a ser cada vez más racionales y orientadas a fines específicos, reconoce que todos los tipos de acción coexisten y que la acción social no puede reducirse únicamente a la racionalidad instrumental.

La sociología comprensiva de Weber (Verstehende Soziologie)

En suma, la teoría de la acción social de Weber fue sumamente relevante porque proporciona una herramienta poderosa para analizar y comprender la complejidad de las acciones humanas dentro de su contexto social, superando enfoques simplistas y unidimensionales. De manera que esta teoría tuvo un impacto decisivo dado que permitió a Weber y a otros sociólogos analizar las acciones humanas desde una perspectiva que va más allá de la simple observación de los hechos, considerando las motivaciones subyacentes. Esto facilitó una comprensión más profunda de la acción social, ofreciendo una alternativa a la sociología positivista, que tendía a reducir las acciones humanas a meras respuestas automáticas a estímulos externos.

Weber propuso una sociología comprensiva

Por otra parte, la teoría de la acción social de Weber es un intento de comprender cómo las acciones individuales, basadas en significados subjetivos, pueden tener consecuencias en el nivel social y estructural, lo que conecta la micro con la macro sociología. Además, a diferencia de Karl Marx, quien enfatizaba el determinismo económico, Weber argumenta que la acción social no puede ser reducida únicamente a factores económicos. Para él, los factores culturales, religiosos y sociales también juegan un papel crucial en la configuración del comportamiento humano y las estructuras sociales.

Por todo esto Weber es uno de los padres de la sociología interpretativa o comprensiva, centrada en comprender el significado de la acción desde el punto de vista del actor, lo cual ha influido en la metodología cualitativa en la investigación social.

¿Weber filósofo?

De este modo, dada la enorme profundidad y fecundidad del pensamiento de Weber en varios campos del conocimiento sobre las sociedades en las que nos toca vivir, no faltaron quienes se plantearon la cuestión de si Weber  puede de ser considerado también uno de los grandes filósofos del siglo XX.

Es que en efecto, Weber compartió con filósofos como Friedrich Nietzsche la preocupación por el nihilismo y la pérdida de sentido en la modernidad. Su análisis del desencantamiento del mundo y la pérdida de valores trascendentes tuvo eco en las críticas filosóficas a la modernidad que se desarrollaron en el siglo XX, como en la tesis de la “Dialéctica de la Ilustración” de Theodor Adorno y Max Horkheimer, y muy especialmente también en el existencialismo y el postestructuralismo, dado que, antes que estas doctrinas, reflexionó profundamente sobre la idea del sentido de la vida en el mundo moderno, influyendo en el debate sobre la autenticidad y la autonomía personal.

Tal vez por eso otra figura resonante de su tiempo, el destacado filósofo y psiquiatra alemán Karl Jaspers, quien admiraba profundamente a Weber y lo consideraba no solo un científico social, sino también una figura filosófica en sí misma, llegaría a decir ante la fecundidad de su pensamiento:

Max Weber no tuvo filosofía alguna; él era una filosofía.

Referencias

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Gil Villegas, F. (2008) “Max Weber y la filosofía alemana en el debate centenario sobre la tesis de la ética protestante”, en Gómez, L. (Coord.) Max Weber. Obra, tiempo, actualidad. México: Ediciones Quinto Sol.

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Weber, M. (2004) La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo. Madrid: Alianza Editorial.

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Weber, M. Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/08/max-weber-economia-y-sociedad.pdf

De Robles, S. “Consecuencias del proceso de Entzauberung der Welt: reacciones desde el comunitarismo y la hermenéutica contemporánea” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/08/Consecuencias.pdf

Mapa Max Weber- Conceptos fundamentales https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/08/Mapa-Max-Weber-Conceptos-fundamentales.pdf


2 comentarios en “Max Weber: conceptos fundamentales de su pensamiento”

  1. Hola Silvana, queriendo dar una opinión me pareció que tu blog podría ser una ‘via di mezzo’ como dicen por acá!
    Aparte que no había leído nada de Weber, tiendo a descalificar autores modernos en con temáticas en lo social, lo humano y lo cultural, sin una razón objetiva, una pérdida de tiempo.
    me llama la atención más un Nietzsche, admito que me equivoqué así que un doble reconocimiento a vos.
    Weber resulta incisivo que el anterior, porque desde los planos altos académicos, hace un trabajo de racionalización y de lógica en la historia que cuenta, su efecto podría ser similar al del “ loco en la plaza” o todavía peor,pues tocas las raíces en términos modernos o contemporáneos, incómodo, se encargarán de neutralizarlo, de interpretarlo (soy pesimista, nos dice que estamos en guerra).
    Conectar el espíritu del pensamiento religioso monoteísta del medio oriente a la cultura occidental y en particular al capitalismo que no es otra cosa que una forma de poder social bautizado.
    Incluye en su estudio comparativo las culturas y religiones del lejano oriente, chinas e indianas y el remate volver al inicio con una panorámica completa, es decir el análisis parcial del origen de la religión católica, en dónde creo se tergiversa en alguna transcripción de un testo sacro, lo divino. Qué decirte esto es filosofía, Weber un héroe.
    Gracias
    Pd. Mientras leo te escribo (disculpa si no es coherente con el contenido completo de tu exposición)

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