Lutero y Calvino

Max Weber: La ética protestante y el espíritu del capitalismo

En esta entrada sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo, del historiador, economista y sociólogo Max Weber, recorreremos los principales momentos de esta obra fundamental del pensamiento sociológico contemporáneo.

El ensayo fue publicado en los volúmenes 19 y 20 de los años 1904 y 1905 respectivamente, en la revista Archivo de ciencias sociales y política social (Archiv für Sozialwissenschaft und Sozial-politik), por lo que Weber no llegaría a verlo publicado de forma integrada como libro. Hacia 1920, poco antes de su muerte, Weber introdujo algunas modificaciones en su escrito y lo entregó a su editor para su reedición en el primer volumen de los Ensayos sobre sociología de la religión. Y si bien el propósito de esta investigación fue determinar el influjo de ciertos ideales religiosos en la constitución de una “mentalidad económica”, e indirectamente, del capitalismo, no pretendió mantener la tesis de que el protestantismo sea la única causa del nuevo capitalismo sino simplemente que es uno de los tantos factores que confluyeron a configurarlo.

Vida y obre de Max Weber http://www.alcoberro.info/V1/weber.htm

La visita a los Estados Unidos

Entre la redacción de ambas partes, durante el verano de 1904, Max Weber y su esposa Marianne Schnitger llegaron a Nueva York. El motivo era una invitación que Weber había recibido para brindar una conferencia en la ciudad de Saint Louis, en el estado de Missouri, en el marco de un Congreso en la Exposición Universal que se desarrolló ese mismo año.Weber, ve en el viaje una oportunidad para cambiar de aires y conocer un país que siempre le había llamado la atención, cuya visita consideraba crucial a la hora de encontrar respuestas a sus preguntas sobre el porvenir de la sociedad occidental.

La ética protestante y el espíritu del capitalismo

Cuando partió de viaje, Weber ya había concluido la primera parte de este trabajo, el que retomaría a su vuelta, finalizándolo pocos meses después. Así, hay quienes han detectado que esta segunda parte muestra claramente la influencia de las nuevas impresiones sobre su visita, las que impactaron a Weber dado pudo observar de primera mano en aquel país por todas partes las huellas vivas de los orígenes del moderno espíritu capitalista. Aunque, en rigor, lo que atrapó su atención no fue tanto lo que de “nuevo” tenía ese mundo, sino lo que mostraba de antiguo y primordial. Es decir, no el futuro al que apuntaba, sino el pasado que todavía retenía, ya que, para él, en “América” se mantenía de forma todavía firme ese ascetismo de origen religioso que, según su tesis, había dado origen al fenómeno que estaba investigando.

La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo

Si pasamos a ver la estructura de este ensayo advertiremos que está dividido en dos grandes partes: la Parte I, denominada “El problema”, presentada, a su vez en tres apartados, y la Parte II denominada “La idea de profesión en el protestantismo ascético”, articulada en dos partes. Una aclaración necesaria, llegado este punto, es que dado que la edición utilizada aquí entrecomilla el término “espíritu”, mantendremos a partir de ahora ese criterio editorial. De modo que la estructura completa queda así:

I. El problema

    -1. Confesión y estructura social

    -2. El “espíritu” del capitalismo.

    -3. El concepto de profesión de Lutero. Objeto de la investigación.

    II. La idea de profesión en el protestantismo ascético

      -1. Los fundamentos religiosos del ascetismo intramundano.

      -2. Ascetismo y capitalismo

      I. El problema

      1. Confesión y estructura social

      Suele afirmarse que la ciencia comienza con una sensación de asombro, es decir, cuando se advierte una regularidad en el mundo social o físico que despierta la curiosidad sobre por qué y cómo funciona esa cosa o proceso estudiado. En el caso que nos ocupa, la sensación de asombro de Weber se habría producido al observar que, hacia fines del siglo XIX, las estadísticas ocupacionales de Alemania y otros lugares sugerían que en los países de composición religiosa mixta, los de mayor nivel de empresa capitalista -dirigentes empresariales, propietarios de capital, así como empleados y gerentes con capacitación técnica y comercial-, se mostraban como mayoritariamente protestantes. En otra palabras, detectó que había diferencias sustanciales en la posición económica y ocupacional de protestantes y católicos, y que, como grupo, los protestantes acumulaban muchos más recursos económicos que los católicos.

      Por lo tanto, a Weber le interesó de manera central investigar qué elemento de estas confesiones religiosas era el que estaba teniendo un efecto crucial en esta distribución que tendía a ser constante. Así, tras presentar las múltiples explicaciones que se han ofrecido para clarificar este fenómeno, Weber afirma que no concuerda con ellas, y que para poder dilucidar verdaderamente las razones de esta constante se debe intentar indagar en profundidad las características – y con ello también las diferencias- entre estas dos grandes corrientes religiosas en las que se ha desarrollado históricamente el credo cristiano.

      2. El “espíritu” del capitalismo.

      En este apartado Weber se propone, definir provisionalmente en qué consiste tal “espíritu” del capitalismo, dado que la definición final deberá provenir de la investigación. Y para ello acude, entonces, a algunos textos de Benjamin Franklin, escritos en la primera mitad del siglo XVIII, en los que encuentra de manera condensada lo que él entiende por esta “nueva mentalidad” que se habría formado en la edad moderna.

      Benjamin Franklin
      Benjamin Franklin

      En efecto, Weber encuentra en los textos de Franklin la formulación de una ética que alude a una particular forma de deber moral: la de ganar dinero como un fin en sí mismo, lo que no es sinónimo de “ganar dinero por ganarlo”, sino que significa practicar una conducta que hay que seguir como norma de vida, como una obligación moral, capaz de prescindir de todo interés personal, de toda búsqueda de la felicidad, o del placer del individuo.

      Weber observa aquí que, si bien Franklin no era un hombre religioso, su padre, un calvinista estricto, lo había educado en la convicción de que ganar dinero, si se hacía legalmente, era la expresión misma de virtud y competencia en una profesión. No obstante, aunque Weber estaba interesado en comprender el papel de las ideas religiosas en la producción del capitalismo, reconocía, evidentemente, que condiciones históricas y materiales tales como la revolución industrial, el surgimiento de un mercado libre y la creciente comercialización de la vida cotidiana, eran también fundamentales en la configuración de este proceso.

      Weber destaca también aquí que, por su parte, la Iglesia durante siglos desaprobó o a lo sumo simplemente toleró el impulso adquisitivo porque se lo consideraba enemigo del amor fraternal y de la caridad cristiana. Por lo tanto, Weber se pregunta cómo pudo ser que una actividad que en una época fue condenada o apenas tolerada éticamente, se convirtió en una profesión con la que los individuos tenían ahora una obligación moral.

      Así, por ejemplo, esta convicción en Benjamin Franklin involucra frases como  “El tiempo es dinero”, “Las virtudes que dan crédito a una persona generan también dinero”, “No hay que gastar todo lo que uno tenga”. De manera que lo primero que destaca Weber, decisivo para el curso de la investigación, es que esta nueva actitud frente al mundo no es un mero epifenómeno del capitalismo, dado que en algunos lugares se desarrolla con anterioridad a éste -como en la Pensilvania de Benjamin Frankiln-  y, por el contrario, no existió en otros lugares con fuerte desarrollo capitalista, como en la pujante ciudad de Florencia de los siglos XIV y XV.

      Florencia, Italia
      Florencia en el Renacimiento

      Así, la pregunta por el origen de esta nueva mentalidad se vuelve decisiva, por lo que Weber llega al estudio de las confesiones religiosas, y observa que, por su parte, en los países católico-latinos, no se desarrolló el concepto de una actividad económica a la que el hombre estuviera totalmente entregado, y que, por lo tanto, tampoco se creó una palabra para denominar dicha “entrega”. Los países protestantes, por el contrario, sí desarrollaron el concepto de una actividad económica que encerrara en sí misma una entrega con significación religiosa.

      Dice Weber:

      “Entonces comenzó a producirse repetidamente lo que es la consecuencia-siempre y en todo lugar- de este proceso de «racionalización»: quien no sube, baja. Se rompió el idilio al iniciarse una competencia feroz; se formaron patrimonios considerables que no se ponían a producir intereses, sino que se invertían de nuevo en el negocio; el antiguo modo de vida cómodo cedió ante esa dura sobriedad en quienes participaban y ascendían, porque no querían gastar sino ahorrar (…) fue el nuevo espíritu que se había introducido, el «espíritu del capitalismo».”

      Weber señala aquí que, justamente, a la actividad productiva como profesión imbuida de un sentido religioso, desde Lutero los alemanes la denominaron Beruf. Por el contrario, en las lenguas románicas de los países católico-latinos no aparece un concepto así. Por ejemplo, la palabra española “vocación” no se utiliza, para denominar una actividad productiva. Y, por otro lado, los términos usados en estas lenguas para nombrar la actividad económica de la que se vive no tienen ninguna connotación religiosa, como “trabajo”, por ejemplo.

      Martín Lutero
      Martín Lutero

      Para Weber se trata, en el catolicismo, de la “mentalidad tradicional”, que considera que el trabajo es simplemente un medio para vivir, y entiende que lo “natural” no es que el hombre quiera ganar dinero como fin en sí mismo, sino que quiere vivir, y por ello quiere ganar lo suficiente para ese fin. Por lo tanto, esta ausencia en el catolicismo, de un concepto que se refiera a la actividad del hombre en el mundo como portadora en sí misma de un sentido religioso, la explica Weber como consecuencia de la diferencia que establece la doctrina católica entre el ámbito de los praecepta -en latín-, es decir, el conjunto de preceptos, de normas sobre el modo de vida exigible a todos los cristianos en general, y el ámbito de los consilia evangelica esto es, el conjunto de normas para lograr la perfección cristiana, sólo exigible a los monjes.

      Y es justamente esta esta diferencia radical entre una ética para los monjes y una ética para la masa de cristianos la que, a juicio de Weber, impidió desarrollar una valoración positiva de la actividad económica, del trabajo en el mundo, dado que el modo de vida del monje ostentaría siempre el máximo nivel de la excelencia cristiana. En otras palabras la vita contemplativa era considerada superior a la vita activa en el mundo. No obstante, el cristiano común, gracias a la administración de los sacramentos, la práctica de las buenas obras y el recurso a las indulgencias, podía vivir en cierto sentido, “al día”, es decir, se le permitía, en caso de fallas en su comportamiento, podría recuperar el favor de Dios en cualquier momento.

      Monjes en el catolicismo
      El catolicismo valora más la vida monacal

      Por lo tanto, la mentalidad económica tradicionalista, en definitiva, no valoraba el trabajo y el ganar dinero por sí mismos. Por eso no podía ver con buenos ojos la actividad del comerciante, que a veces se toleraba, pero sin que desapareciera por ello la sensación de que era una actividad vergonzante. Por otra parte, al no existir en el catolicismo una valoración radical del mundo, debido a la supremacía del modelo de vida cristiana extramundano, encarnado en el monje, el trabajo productivo en el mundo no estaba integrado en una dimensión religiosa positiva. En este sentido, Weber trae a colación la interpretación que Santo Tomás de Aquino da de la frase paulina de “quien no trabaje que no coma ”, que luego contrapondrá a la nueva mentalidad.

      Es que, para Santo Tomás, el trabajo sólo es necesario para la conservación de la vida del individuo y de la comunidad, no siendo obligatorio cuando no existe esa necesidad. Quien puede vivir de sus riquezas, por ejemplo, no tiene obligación de trabajar. Y, por su parte, quienes se dedicaban a la actividad comercial, consideraban su conducta, si no como inmoral, al menos como extramoral. En este sentido, a Weber le llama la atención precisamente el hecho de que en la Pensilvania del siglo XVIII, tales actividades fueran consideradas dignas de ser alabadas por corresponderse con un modo de vida adecuado a la voluntad de Dios.

      Por lo tanto, para Weber, no es la “acumulación de capital” – como para Marx- la que mueve la expansión del capitalismo moderno, sino esta nueva actitud ante la actividad económica, ya que los capitales acumulados históricamente mediante la guerra, la piratería o la especulación no hicieron surgir el espíritu capitalista. Es más bien al revés: quien considera su trabajo como una actividad moral-profesional en el sentido protestante de la expresión, es el que acabará formando un capital.

      3. El concepto de profesión de Lutero. Objeto de la investigación.

      Weber afirma aquí que, frente al catolicismo, el luteranismo dio, efectivamente, un paso decisivo hacia el fenómeno que está indagando. Para detectar esto analiza con cierto detenimiento la aportación de Lutero al concepto de vocación o profesión ya mencionado, es decir, Beruf en alemán. Weber examina los escritos de Martín Lutero (1483-1546), el destacado teólogo alemán que lideró la Reforma protestante en Alemania, y observa que en vez de retirarse del mundo, éste adoptó la noción de que las personas tienen el deber de trabajar en él para construir el Reino de Dios en la tierra.

      En este sentido Lutero dota al trabajo cotidiano de una significación religiosa al verlo como el único medio para vivir de manera grata a Dios. Se deja de lado, por lo tanto, la superioridad de la vida del monje por sobre la del cristiano en el mundo, y con ello se revaloriza el trabajo y la  actividad económica entendidos ahora como “profesión”. Sin embargo, para Weber, la interpretación de Lutero está todavía impregnada de tradicionalismo: el cristiano debe aceptar la situación en la que se encuentra y acomodarse a ella, dado que la salvación se produce por la sola fe. Para él, todas las profesiones, todos los estamentos sociales son iguales ante Dios. Y, por lo tanto, en esta concepción luterana del trabajo como profesión Weber no encuentra todavía ningún elemento que pudiera generar una nueva mentalidad que superara al tradicionalismo ya analizado entre los católicos.

      Max Weber
      Max Weber

      De este modo, dado que Weber no encuentra en el luteranismo esa conexión que está buscando entre la religión protestante y la mentalidad económica moderna, considera aconsejable acudir a otras orientaciones del protestantismo en las que se pudiera comprobar dicha conexión.

      II. La idea de profesión en el protestantismo ascético

      1. Los fundamentos religiosos del ascetismo intramundano.

      Dice entonces Weber que, a diferencia del luteranismo, lo que denominará el “protestantismo ascético” sí presenta, según él, la base religiosa para una moral a la que adjudicará el origen de la mentalidad económica capitalista moderna. Y aunque es consciente de las diferencias existentes entre los cuatro movimientos protestantes que investiga -el calvinismo, el pietismo, el metodismo, y ciertas sectas baptistas-, lo que le interesa no son sus doctrinas específicamente religiosas sino los efectos de esas doctrinas en el modo de vida de los creyentes.

      Weber encontró, por tanto, que la mentalidad que estaba buscando estaba presente en los escritos de Juan Calvino (1509-1564), un notable reformador protestante francés, así como en otros puritanos, como en el teólogo inglés Richard Baxter (1615 – 1691), y que a través de estos escritos del calvinismo y de otras las sectas puritanas sí se podían reconstruir las conexiones entre la ética protestante y el espíritu del capitalismo.

      Teólogo puritano Richard Baxter
      Teólogo puritano Richard Baxter

      Weber se detiene entonces en las consecuencias prácticas de la doctrina de la predestinación calvinista. Y advierte que, según esta doctrina, Dios ha decidido desde la eternidad condenar a una parte de la humanidad y salvar a la otra, sin que las personas puedan hacer nada para alterar este designio divino. En otras palabras, Dios, por razones desconocidas, eligió otorgar a una pequeña proporción de hombres y mujeres el don de la gracia eterna y no nos es posible entender su majestuoso plan. Por lo tanto, Weber sugiere que imaginemos el tormento personal, la angustia psicológica, que esto imponía a los verdaderos creyentes cuando contemplaban su destino.

      Así, dado que nadie podía saber con certeza si estaba entre “los elegidos de Dios”, los calvinistas comenzaron a buscar señales de gracia. Y así, en lugar de sumergirse en la incertidumbre, los calvinistas fueron alentados a dedicarse a su trabajo y no dejar que el ocio y la tentación los desviaran. En vez de absorberse en la sola fe, como bajo el luteranismo, bajo el calvinismo los hombres y mujeres serían conocidos por su vida completamente santa, no por cuánto oraran.

      Las consecuencias inmediatas de esto, advierte Weber, son entonces, por un lado, la absoluta carencia de valor de todo lo creado, dado que sólo Dios y su voluntad importan. Y, por otro, que cada individuo tiene que hacer su camino en solitario -sin ningún tipo de ayuda sacramental o ni apoyándose en las “buenas obras”- dado que enfrenta un destino inalterable, establecido desde la eternidad. Según esta rígida concepción entonces, el cristiano está destinado solo a aumentar la gloria de Dios en el mundo mediante el cumplimiento de sus mandamientos.

      De ahí que los calvinistas y los puritanos se sometieran a un intenso autocontrol en la medida en que prestaban cuidadosa consideración a las consecuencias éticas de su acción. De hecho, la tarea más urgente
      era destruir el goce espontáneo e impulsivo, mientras que el medio más importante era poner orden en la conducta de su vida diaria, por lo que ésta empezó a tomar el carácter de una empresa comercial.

      Juan Calvino
      Juan Calvino

      Pero hay algo más. Para Weber el dogma de la predestinación no explicaba por sí mismo por qué los creyentes calvinistas desarrollaron un modo de vida caracterizado por el autocontrol y la sistematización, en lugar de, por ejemplo, dejrase llevar por el fatalismo o a la indiferencia moral, dado que “la suerte ya estaba echada”.

      A este respecto, Weber observa que los sucesores de Calvino se ocuparon, a diferencia de éste, de una cuestión luego pasaría a ser prioritaria para los fieles: esto es, la cuestión de la certitudo salutis, es decir, la pregunta de si el individuo puede conocer de algún modo si está entre los elegidos o no. Para ello, los pastores calvinistas comenzaron a predicar a sus creyentes que tenían la obligación de sentirse elegidos, dado que si faltaba esa seguridad darían una peligrosa señal de fe insuficiente. Y les recomendaban, además, un trabajo infatigable como el medio más apropiado para conseguir esa seguridad.

      De este modo, aunque el trabajo sin descanso no sirviera para “conquistar” la salvación, sí podía librar de algún modo al creyente del miedo acerca de su posible condenación. En otras palabras, sólo una conducta sistemática y racional, una vida completamente “santa”, podría acreditar el conocimiento de estar entre los elegidos.

      Los calvinistas necesitaban la certitudo salutis

      2. Ascetismo y capitalismo

      Una vez que Max Weber deja en claro que el modo de vida racional en el mundo procede de la necesidad religiosa del creyente de acreditar con su conducta su estado de gracia, pasa a mostrar las consecuencias de ese modo de vida sobre la formación de esa mentalidad económica moderna, a la que él ha denominado “espíritu capitalista”. Y, en este punto, Weber llega a la convicción de que el modo de vida racional y metódico del protestantismo ascético favoreció en gran medida el espíritu capitalista, el cual consiste básicamente en una conducta económica racional.

      Weber llega a esta conclusión tras el análisis de las obras pastorales del anglicano Richard Baxter, las que considera una guía paradigmática desde el punto de vista puritano para la vida práctica, y recoge en especial sus consejos sobre la riqueza, el aprovechamiento del tiempo, el ascetismo sexual y sobre el sentido del trabajo infatigable. Lo que Weber destaca de la obra de Baxter es que en ella siempre está presente una lucha contra la dependencia de los bienes materiales y la riqueza, pero que esto no significa una lucha contra la riqueza y el lucro en sí mismos, sino contra las tentaciones que van asociadas a ellos.

      Francisco Gil Villegas y la polémica por esta obra

      Es, entonces, contra el recrearse en la riqueza contra lo que previene Baxter y contra el fin último de “ser rico”. Por el contrario, a la riqueza como fruto del trabajo profesional la considera una bendición de Dios, y al trabajo profesional sistemático lo convierte en el medio ascético más elevado y en la acreditación más visible y segura del cristiano regenerado. Es precisamente en este ascetismo de una vida racional en el mundo donde Weber encuentra el origen de la  mentalidad económica capitalista.

      Así, sus observaciones al respecto se pueden resumir en los siguientes puntos: el ascetismo está en contra del disfrute de la vida de los instintos, el consumo, y la ostentación; además, involucra la prohibición puritana de la divinización de las criaturas, dado que todo lo que se dedique a objetivos personales se le quita al servicio de la gloria de Dios. Y, finalmente, algo  muy importante: el ascetismo involucra la idea de que el hombre es simplemente un administrador de la riqueza que le ha sido confiada, de la que tiene que rendir cuentas y de la que no puede disponer a su capricho. Todo esto conduce a la idea de una obligación del hombre con respecto a ella y los intereses individuales ceden ante el mandato de seguir produciéndola.

      Sin embargo, como corolario de toda su investigación nos dice Weber que esta base moral y religiosa puritana terminaría por desaparecer en la evolución posterior del capitalismo, dado que, con el éxito económico, esta mentalidad poco a poco se liberó de sus raíces religiosas. Así,

      “Esta transformación, este «proceso de secularización», significa, por un lado, que la religión produjo su efecto económico máximo después de que «la tensa búsqueda del reino de Dios» hubiera comenzado a diluirse paulatinamente en la austeridad de la virtud profesional, después de que se extinguieran poco a poco sus raíces religiosas y se dejara sitio a un utilitarismo del mundo del más acá.”

      Por lo tanto, Weber señala que éste es el “destino paradójico” de la ética protestante: primeramente, la interpretación protestante del mundo desvaloriza a éste como un cosmos de cosas sin valor en sí, y luego, lo convierte en un objeto que debe ser dominado racionalmente, dado que un mundo sin valor desde el punto de vista religioso ya no disfruta de ninguna protección especial. Pero, a la inversa, si al principio el protestantismo ascético había desvalorizado el mundo en nombre de Dios, ahora el mundo desvaloriza la ética protestante. Dice Weber:

      “El puritano quería ser un hombre profesional, nosotros tenemos que serlo. Pues el ascetismo, al trasladarse desde las celdas monacales a la vida profesional y comenzar a dominar la moralidad ultramundana, ayudó a construir ese poderoso mundo del sistema económico moderno, vinculado a condiciones técnicas y económicas en su producción mecánico-maquinista, que determina hoy, con una fuerza irresistible, el estilo de vida de todos los individuos que nacen dentro de esta máquina -y no sólo de los que participan directamente en la actividad económica- y que, quizá, lo determinará hasta que se consuma el último quintal de combustible fósil.”

      Y agrega un poco más adelante:

      Weber sugiere, por tanto, que el impulso religioso original hacia el ascetismo y el trabajo, encarnado en los escritos de Baxter, finalmente se desvaneció, pero que los comportamientos relacionados con estas ideas originales continuaron más allá del siglo XVII y se manifestaron en forma más secular, como en los escritos de Benjamin Franklin.

      Max Weber en 1918
      Max Weber en 1918

      “Según la opinión de Baxter la preocupación por los bienes externos sólo tendría que ser como «un abrigo liviano, que se puede quitar de encima en todo momento», sobre los hombros de sus santos. Pero el destino ha convertido este abrigo en un caparazón duro como el acero. Al emprender el ascetismo la transformación del mundo y al tener repercusión en él, los bienes externos de este mundo lograron un poder creciente sobre los hombres y al final, un poder irresistible, como no había sucedido nunca antes en la historia. Hoy el espíritu de ese ascetismo se ha salido de ese caparazón, y quién sabe si definitivamente. El capitalismo victorioso, desde que tiene una base mecánica, ya no necesita de ese apoyo.”

      Conclusiones

      Weber nos está diciendo, en suma, que el camino hacia la modernidad ha venido determinado, en definitiva, no por el racionalismo de una razón autónoma, sino por la ética racional de una religión: el protestantismo ascético de origen calvinista. Y nos dice también que esta relación no implica ningún juicio de valor sobre el calvinismo en relación con el luteranismo o el catolicismo, sino que se limita solamente a establecer la relevancia para la cultura de un determinado dato histórico.

      Por otro lado, un factor a considerar con respecto a la frecuente distorsión interpretativa a la que ha dado lugar la investigación de Weber, es la constante y maniquea contraposición entre la explicación marxista del surgimiento y desarrollo del capitalismo, dentro de la perspectiva materialista, y el aporte weberiano desde la perspectiva comprensiva en torno a este mismo tema. Así, innumerables veces Weber se ve obligado a afirmar que su estudio no es “idealista” por contraposición al materialismo de Marx, sino que su metodología apela a la multicausalidad y al pluralismo metodológico en la explicación de ese mismo fenómeno.

      Lo cierto es que, más allá de estas discusiones metodológicas, la tesis fundamental de Weber es aquí que los puritanos eligieron ser hombres trabajadores, profesionales, pero con ello impusieron un mundo en el que nosotros ya estamos obligados a serlo. Insiste, así en que ellos nos han impuesto un “destino”, al dar fuerza inusitada a esa maquinaria, a ese “caparazón duro como el acero” que hoy nos alberga, en tanto sentían que lo que en verdad hacían era ofrecer sus desvelos “a la mayor gloria de Dios”.

      Referencias:

      Chriss, J. La tesis de la ética protestante de Weber en cinco pasos, Revista de Economía Institucional, vol. 23, n.º 44, primer semestre/2021, pp. 23-41

      Gil Villegas, F. (2011). Introducción del editor, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México: F.C. E.

      Abellán, J. (2004). Estudio preliminar en, Weber, M. La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo. Madrid: Alianza Editorial.


      Weber, M. La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/weber-max.-la-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo-2001.pdf

      Weber, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/max-weber-la-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo_compress.pdf

      Pérez Franco, M. “Reseña sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/Resena-La-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo-de-Max-Weber.pdf

      Chriss, J. “La tesis de la ética protestante en cinco pasos https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/Chriss-J.La-tesis-de-la-etica-protestante-en-cinco-pasos.pdf

      Duek, M.C. “Sobre la eficacia histórica de las ideas. La ética protestante y el espíritu del capitalismo” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/Sobre-la-eficacia-historica-de-las-ideas.pdf

      Amestoy, N. “Protestantismo, piedad y ética” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/Dialnet-ProtestantismoPiedadYEtica-3881433.pdf

      Mapa “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2024/10/Mapa-Max-Weber-La-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo-.pdf


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