Friedrich Nietzsche, "Prólogo de Zaratustra"

Friedrich Nietzsche: “Prólogo de Zaratustra”

En esta entrada sobre el “Prólogo de Zaratustra”, en Así hablo Zaratustra, recorremos los momentos centrales de ese pasaje de la obra que Friedrich Nietzsche escribió entre 1883 y 1885, en una etapa crucial de su vida y su pensamiento. Nietzsche atravesaba entonces un periodo de intensa soledad, aislamiento e importantes problemas de salud, pero también de una intensa creatividad. Durante este tiempo vivió en lugares como Sils-Maria (Suiza) y Génova (Italia), en un entorno de soledad hasta cierto punto autoimpuesta.

A mediados de noviembre de 1880 se establece en cercanías de Génova, donde permanecerá por una larga temporada. Nietzsche, que tiene “seis séptimas de ciego”, anda casi tanteando, como si saliera de una caverna. Sin embargo, está convencido de que es receptor de una impresionante inspiración. Quizás por eso llegaría a decir: “El salvador de mi vida se llama Zaratustra, mi hijo Zaratustra”.

Momentos centrales del “Prólogo de Zaratustra”

I. Saludo al sol

De este modo, aun cuando todas las metáforas que utiliza Nietzsche en esta obra son susceptibles de múltiples interpretaciones, en general existe cierto consenso en las consideraciones que desarrollaremos aquí, aunque debe quedar claro que no agotan, evidentemente, la enorme riqueza del uso simbólico que Nietzsche les otorga. Dice al comenzar el Prólogo:

“Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así: “¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas! Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino. Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.”

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

“Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura y los pobres, con su riqueza. Para ello tengo que bajar a la profundidad  como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico! Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre. Así comenzó el ocaso de Zaratustra.”

Es decir que, en este primer apartado del Prólogo Nietzsche nos hace saber que, tras diez años de retiro en la montaña, Zaratustra desciende al mundo con la intención de compartir su sabiduría. Inspirado por el sol, que otorga su luz sin esperar recompensa, decide entregar su conocimiento a la humanidad. Zaratustra aparece, así, como un profeta que ha superado las limitaciones del pensamiento convencional, y su retiro en la montaña simboliza el alejamiento de las ideas y valores tradicionales, lo que le permite alcanzar una perspectiva renovada y profunda sobre la existencia.

El lenguaje en este apartado es rico en imágenes y metáforas: la montaña, el sol y otros elementos naturales se usan para transmitir la idea de ascenso, iluminación y cambio. De manera que este estilo no solo crea una atmósfera mística, sino que también abre múltiples interpretaciones, llevando al lector a una reflexión personal sobre el significado de la transformación del potencial humano. Por lo tanto, este primer apartado del Prólogo establece el tono del libro: es el punto de partida de una invitación radical a la auto-superación de la humanidad.

II. La bajada a los bosques

En el segundo apartado del Prólogo, dice Nietzsche que Zaratustra bajó de las montañas sin encontrar a nadie. Pero que, cuando llegó a los bosques, surgió ante él un anciano que había abandonado su choza para buscar raíces. Y este viejo hombre le dice a Zaratustra que no le resulta desconocido, que hace algunos años pasó por aquí, pero que lo nota transformado. Zaratustra responde entonces que él “ama a los hombres” y el santo contesta que él también antes amaba a los hombres pero que ya no los ama porque son una cosa “demasiado imperfecta”; que ahora “ama a Dios”.

“¿Y qué hace el santo en el bosque?”, le pregunta Zaratustra. “Hago canciones y las canto; y, al hacerlas, río, lloro y gruño: así alabo a Dios…”. Sin embargo, dice Nietzsche que cuando Zaratustra estuvo solo, se dijo: “¿Será posible? ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!”.

“Prólogo de Zaratustra”

Es decir que la figura del anciano ermitaño, creyente aún en Dios, contrasta con la afirmación central de Nietzsche acerca de que “Dios ha muerto”. Como es sabido, la idea de la “muerte de Dios” no es una afirmación literal sobre la existencia o no de un ser divino, sino una metáfora del colapso de los valores absolutos y de la cosmovisión judeo-cristiana en la cultura occidental. De manera que el ermitaño representa aquí a quienes se aferran a las creencias religiosas y morales del pasado, a pesar de que la cultura está en proceso de transformación. Su fe en Dios, para Nietzsche simboliza esa inercia que impide la renovación completa de los valores. Es una imagen de lo que se resiste a desaparecer: la antigua visión del mundo basada en creencias metáfísicas, morales y religiosas.

III. La llegada a la ciudad

Nietzsche continúa el relato diciendo que, cuando Zaratustra llegó a la primera ciudad, situada al borde de los bosques, encontró reunida en el mercado una gran muchedumbre, dado que estaba prometida la exhibición de un volatinero. Zaratustra decide entonces hablar por primera vez al pueblo y lo hace, nada menos, que diciéndole:

Zaratustra predica en el pueblo

“Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí mismos: ¿y queréis ser vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al animal más bien que superar al hombre?¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.”

“¡Mirad, yo os enseño el superhombre!El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: sea el superhombre el sentido de la tierra! ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.

En otras palabras, Zaratustra comienza a proclamar la doctrina del Übermensch, el superhombre, o ultrahombre, que es presentado, a su vez, como el “sentido de la tierra”. Zaratustra enfatiza con esto que el hombre actual no es un fin último de la evolución, sino un puente o un estado transitorio que debe superarse. Al compararlo con el “mono”, se resalta que el estado actual del ser humano es una etapa rudimentaria, un estado de desarrollo que aún tiene mucho camino por recorrer. Calificar al hombre de “irrisión” implica que, desde la perspectiva de lo que podría llegar a ser, la condición humana presente es objeto de burla o resulta patética. Es decir, el hombre, tal como es ahora, se muestra insuficiente, limitado y hasta ridículo si se le compara con la posibilidad de trascender sus limitaciones actuales.

Nietzsche conocía la teoría darwiniana y era consciente de los debates intelectuales sobre la evolución, dado que vivió en un tiempo en el que las ideas de Darwin estaban transformando la comprensión científica del mundo natural. Sin embargo, aunque reconocía la importancia de la evolución como proceso de cambio, no aceptaba la explicación puramente biológica basada en la selección natural. Para él, la evolución tenía una dimensión más amplia, ligada a al desarrollo cultural y espiritual del ser humano.

Charles Darwin y su influencia sobre Nietzsche
Charles Darwin

En cuanto al “sentido de la tierra”, se trata de una exhortación a abandonar las concepciones trascendentes y metafísicas que han dominado la historia del pensamiento occidental, especialmente las religiosas y platónicas, y a reenfocar la existencia humana en la vida terrenal. Zaratustra continúa recordando que “en otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio; y ese desprecio era lo más alto; el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra.” Pero afirma que también esa alma era también “flaca, fea, famélica y cruel”.

Es indudable, entonces, que hay aquí una crítica a la visión dualista propia de la tradición platónico-cristiana, que separa y prioriza el alma sobre el cuerpo. En el pensamiento de Nietzsche, esta separación ha llevado a que ambas partes del ser humano queden empobrecidas. La exaltación del alma, como algo inmaterial y superior, en detrimento del cuerpo, ha generado una especie de decadencia en ambos porque se pierde la posibilidad de una plena integración vital. Como es sabido, la tradición platónico-cristiana ha tendido a mirar el mundo corporal como algo inferior y corruptible, mientras que el alma se eleva a una esfera idealizada. Nietzsche rechaza esta jerarquía, y destaca aquí que este desequilibrio produce un ser incompleto y decadente.

Pero entonces, en este momento, uno del pueblo gritó: “Ya hemos oído hablar bastante del volatinero; ahora, ¡veámoslo también!”. Y todo el pueblo se rió de Zaratustra, pero dice Nietzsche que el volatinero, que creyó que aquello lo decían por él, se puso a trabajar.

IV. El hombre como cuerda

En el cuarto apartado Nietzsche narra que, aprovechando la ocasión de que todo el pueblo estaba reunido esperando el espectáculo, Zaratustra les dijo:

“El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda sobre un abismo. Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.”

“Y el pueblo se rió de Zaratustra”

Es decir que, a diferencia de muchas filosofías que consideran al ser humano como la cima de la existencia, Nietzsche lo ve como algo inacabado, en tránsito. La cuerda no es un lugar de descanso, sino un paso peligroso y desafiante. La vida humana no debe estancarse en la mediocridad o en la comodidad de valores heredados, sino que debe avanzar hacia un ideal superior, representado por el Übermensch. Caminar sobre una cuerda implica dificultad y riesgo de caer, lo que enfatiza que la transformación del ser humano no es sencilla ni garantizada: requiere esfuerzo, voluntad y la capacidad de soportar el vértigo de abandonar las antiguas certezas.

V. “No soy yo la boca para estos oídos”

Narra entonces Nietzsche que, cuando Zaratustra dijo estas palabras contempló de nuevo el pueblo e hizo silencio, decepcionado por la falta de reacción. El profeta dice entonces: “Ahí están, y se ríen: no me entienden, no soy yo la boca para estos oídos. ¿Habrá que romperles antes los oídos, para que aprendan a oír con los ojos?” Y sin embargo, insiste: “Mirad! Yo os muestro el último hombre”. Y continúa con una profunda ironía: “Nosotros hemos inventado la felicidad, – dicen los últimos hombres, y parpadean.” Y sigue: “El último hombre ha abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente ama incluso al vecino y se restriega contra él: pues necesita calor.”

“La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse. La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas. ¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.”

Es decir que, en este pasaje, Nietzsche critica una sociedad que ha llegado a un estado de comodidad y conformismo extremos. Son individuos que han perdido toda aspiración a algo más elevado o grandioso, prefiriendo la seguridad y el entretenimiento por encima del riesgo, la creatividad o la pasión. Pero en este punto, dando muestras de que la situación es todavía más grave de lo que Zaratustra pensaba, el griterío y el regocijo de la multitud lo interrumpieron: “¡Danos ese último hombre, oh Zaratustra, -gritaban- haz de nosotros esos últimos hombres! ¡El superhombre te lo regalamos! Y todo el pueblo daba gritos de júbilo. Pero Zaratustra se entristeció y dijo a su corazón: “No me entienden: no soy yo la boca para estos oídos”.

El pueblo se ríe de Zaratustra
“No soy yo la boca para estos oídos”

VI. La caída del volatinero

Y entonces dice Nietzsche que ocurrió algo que “hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos”. El volatinero había comenzado su tarea, había salido de una pequeña puerta y caminaba sobre la cuerda que estaba tendida entre dos torres, colgando sobre el mercado y el pueblo. Pero, afirma que, cuando se encontraba justo en la mitad de su camino, la pequeña puerta volvió a abrirse y otro volatinero, igual que un bufón, saltó fuera y marchó con rápidos pasos detrás del primero, amenazándolo de modo que el volatinero perdió el equilibrio y se precipitó hacia abajo como un remolino de brazos y de piernas.

Todos huyeron, continúa, apartándose y atropellándose, sobre todo donde el cuerpo tenía que estrellarse. Zaratustra, en cambio, permaneció inmóvil, y justo a su lado cayó el cuerpo, maltrecho y quebrantado, pero no muerto todavía. Así que el volatinero llegó a decirle: “No soy mucho más que un animal al que, con golpes y escasa comida, se le ha enseñado a bailar.” Pero Zaratustra le respondió: “No hables así, tú has hecho del peligro tu profesión, en ello no hay nada despreciable. Ahora pereces a causa de tu profesión: por ello voy a enterrarte con mis propias manos. Y narra Nietzsche que, cuando hubo dicho esto, el moribundo ya no respondió; “pero movió la mano como si buscara la mano de Zaratustra para darle las gracias.”

De modo que en este pasaje, Zaratustra reconoce y respeta la decisión del volatinero de aceptar el peligro como forma de vida, algo que él considera valiente y auténtico. Subraya que vivir al límite, entregarse al riesgo, tiene su costo. La muerte es la consecuencia inevitable de una vida tan intensamente comprometida con lo peligroso.

El volatinero cae y se gana el respeto de Zaratustra
“Has hecho del peligro tu profesión…”

VII. Zaratustra se va con el muerto

Nietzsche continúa el relato afirmando que entretanto iba llegando el atardecer, y el mercado se ocultaba en la oscuridad. Dice que el pueblo se dispersó, “porque hasta la curiosidad y el horror acaban por cansarse”. Pero que Zaratustra estaba sentado en el suelo junto al muerto, hundido en sus pensamientos, así que se hizo de noche y un viento frío sopló sobre él.

De modo que este pasaje utiliza las metáforas de la noche y el frío para expresar la decepción y la urgencia de una transformación. Zaratustra se lamenta de no haber logrado encender en la gente del pueblo la chispa vital que representa el superhombre, sino haber obtenido solo un “cadáver”, símbolo de una existencia humana muerta, sin sentido y decadente. Y al mismo tiempo, Zaratustra se percibe a sí mismo como un ser intermedio, incomprendido y distante de la humanidad que aún está situada en la mediocridad.

VIII. Zaratustra bajo las estrellas

Nietzsche continua el relato diciendo que Zaratustra luego cargó el cadáver sobre sus espaldas y se puso en camino. Y que no había recorrido cien pasos cuando se le acercó el bufón de la torre y comenzó a susurrarle al oído, amenazándolo para que se vaya de la ciudad, porque en ella son muchos ya los que lo odian. Y cuando hubo dicho esto, el hombre desapareció, pero Zaratustra continuó caminando y a la puerta de la ciudad encontró a los sepultureros, que iluminaron su rostro con la antorcha, lo reconocieron y comenzaron a burlarse de él diciendo: “¡Bravo! ¡Zaratustra se ha hecho sepulturero!”

Casa de ermitaño en el bosque

Él no dijo ni una palabra y siguió su camino, nos dice Nietzsche. Pero cuando llevaba andando ya dos horas, al borde de bosques y de ciénagas, sintió hambre. Por eso se detuvo junto a una casa solitaria en la que ardía una luz. Un anciano salió a recibirlo y le ofreció a Zaratustra pan y vino, pero también al muerto: “Animales y hombres hambrientos acuden a mí, dijo ¡Comed y que os vaya bien!”

De manera muy poética dice Nietzsche entonces que, a continuación Zaratustra volvió a caminar durante dos horas, confiando en el camino y en la luz de las estrellas “dado que estaba habituado a andar por la noche, y le gustaba mirar a la cara a todas las cosas que duermen”. Pero que, cuando la mañana comenzó a despuntar, Zaratustra se encontró en lo profundo del bosque, y ningún camino se abría ya ante él. Entonces colocó al muerto en un árbol hueco, a la altura de su cabeza, porque quería protegerlo de los lobos y se acostó en el suelo de musgo.

Nietzsche parece estar enfatizando, así, que la transformación necesaria para alcanzar el ideal del superhombre no es un proceso inmediato ni exento de sufrimiento, sino un arduo camino en el que el mensajero debe enfrentar la incomprensión y la apatía del hombre contemporáneo. Por lo que la oscuridad del sendero simboliza las barreras internas y culturales que impiden el despertar espiritual.

IX. La necesidad de contar con sus amigos

Nietzsche continúa el relato diciendo que Zaratustra durmió un largo tiempo y que “no sólo la aurora pasó sobre su rostro, sino también la mañana entera”. Pero que, por fin sus ojos se abrieron y miró asombrado el bosque y el silencio; y también miró dentro de sí. Entonces se levantó con rapidez, como un marinero que de pronto ve tierra, y lanzó gritos de júbilo, dice, porque había visto una verdad nueva, y habló así a su corazón: “Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de viaje necesito, compañeros vivos; no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero…”

De modo que Nietzsche profundiza aquí la idea del viaje interior hacia la transformación, presentando a Zaratustra como el portador de una nueva luz en medio de la oscuridad de los valores tradicionales, al mismo tiempo, se resalta el aislamiento del visionario.

Amigos de Zaratustra: el águila y la serpiente
Los amigos de Zaratustra

Al hablar de que necesita “compañeros de viaje” Nietzsche expresa el anhelo de Zaratustra de encontrar discípulos que, a diferencia de aquellos atrapados en valores obsoletos estén realmente vivos, es decir, sean capaces de transformarse y crecer. No le interesan los “compañeros muertos”, quienes representan las ideas y actitudes rígidas y conformistas.

X. Los animales de Zaratustra: el águila y la serpiente

Llega entonces el mediodía y Zaratustra se pone a mirar hacia la altura, porque había oído por encima suyo el agudo grito de un pájaro. Y es que un águila cruzaba el aire trazando amplios círculos y de ella colgaba una serpiente, “no como si fuera una presa, sino una amiga porque se mantenía enroscada a su cuello”.

“¡Son mis animales!, dijo Zaratustra, y se alegró de corazón. El animal más orgulloso bajo el sol, y el animal más inteligente bajo el sol han salido para explorar el terreno. Quieren averiguar si Zaratustra vive todavía. En verdad, ¿vivo yo todavía? He encontrado más peligros entre los hombres que entre los animales; peligrosos son los caminos que recorre Zaratustra. ¡Que mis animales me guíen!”

“¡Ojalá fuera yo más inteligente! ¡Ojalá fuera yo inteligente de verdad, como mi serpiente! Pero pido cosas imposibles: ¡por ello pido a mi orgullo que camine siempre junto a mi inteligencia! Y si alguna vez mi inteligencia me abandona -¡ay, le gusta escapar volando!- ¡que mi orgullo continúe volando junto con mi tontería! Así comenzó el ocaso de Zaratustra.”

El profeta Zaratustra o Zoroastro
Zatratustra o Zoroastro

Es por esto que la interpretación de este pasaje sugiere que Zaratustra está conectando aquí con las fuerzas primarias que lo definen, simbolizadas en sus “animales”. Se refiere a esas partes instintivas, elevadas y auténticas de su ser -“el animal más orgulloso y el más inteligente”- que han emergido para comprobar si su espíritu aún sobrevive. Así que su pregunta “¿vivo yo todavía?” refleja una inquietud existencial sobre la vitalidad de su propio ser frente a la decadencia que lo rodea.

Además, Zaratustra contrasta la pureza y confiabilidad de estos instintos naturales con la hostilidad y complejidad de los caminos humanos. Al afirmar que ha encontrado “más peligros entre los hombres que entre los animales”, destaca la idea de que el entorno social, con sus traiciones y mediocridades, representa mayores desafíos que la fuerza vital innata.

Una “soledad de siete pieles”

Nietzsche redactará este Prólogo y todo lo que le sigue, dando forma al Primer libro de su Así habló Zaratustra, en diez días, entre el 1 y 10 de febrero de 1883. La rapidez de esta redacción puede parecer extraña si se desconoce el modo de trabajar y de escribir de Nietzsche. Durante días y meses apunta en cuadernos de notas los esquemas conceptuales, pensamientos, esbozos narrativos que vienen a su mente.

Así que “escribir” un libro tiene para él un significado literal: llegado el momento de darlo a luz, se trata de extraer de aquel caos un conjunto organizado y pasar una copia en limpio. Inmediatamente después tiene que hacer una segunda copia manuscrita para enviarla a la imprenta. Por eso, esta vez, habiendo terminado la redacción del primer libro de Zaratustra el 10 de febrero en la pequeña localidad cercana a Génova en la que se hospedaba, Nietzsche va a la ciudad el día14 para enviar el manuscrito al editor. Al llegar allí compra, en contra de su costumbre, el número vespertino del periódico local y lee en él la noticia de la muerte de Richard Wagner. Éste había fallecido la noche anterior en Venecia, es decir, el13 d febrero de 1883. Más tarde Nietzsche escribiría: “La parte final, fue concluida exactamente en la hora sagrada en que Richard Wagner moría en Venecia.”

Así, la coincidencia de la muerte de Wagner con el final de la primera parte de Así habló Zaratustra tuvo para Nietzsche un significado profundamente simbólico y personal. Wagner había sido, en un principio, una figura inspiradora para Nietzsche, pero con el tiempo se había convertido en el representante de una estética y unos valores que Nietzsche empezaba a repudiar por su tendencia hacia lo decadente y lo sentimental. De manera que su muerte simboliza el cierre de esa etapa de su vida y la liberación de esa influencia.

Richar Wagner muere en 1883
Richard Wagner

Las tres primeras partes de Así habló Zaratustra, publicadas por separado, no encontrarán, inicialmente, el más mínimo eco, ni entre amigos ni entre enemigos de Nietzsche. Su soledad se volvió total.Como diría en su autobiografía Ecce Homo ante el silencio absoluto que cosecha su obra: “La soledad tiene siete pieles; nada pasa ya a través de ellas…” A su vez, la cuarta parte permanecería inédita durante la vida lúcida de Nietzsche, ya que recién salió al público en 1890. Finalmente en 1892, se publica la primera edición completa de Así habló Zaratustra, tal como hoy lo conocemos.

¿Por qué Zaratustra?

Zaratustra o Zoroastro es una figura semilegendaria de la antigua Persia, fundador de una religión que fue la de esa zona hasta su conquista por los árabes. Actualmente se cree que vivió en algún momento entre el 1500 y 1000 a. C. En el mundo griego fue conocido sobre todo como filósofo y mago al que se le atribuían extraños milagros y visiones; pero lo decisivo de este personaje en la obra de Nietzsche es la razón por la cual él lo eligió.

Tal como Nietzsche lo ve, el profeta Zaratustra fue el primero en sostener que la auténtica rueda que hace mover las cosas en el mundo es “la lucha entre el bien y el mal”. De modo que, para él,  Zaratustra creó el error más fatal de todos, el de la moralidad tradicional, por lo que ahora también tiene que ser él el primero en reconocerlo y proclamarlo. Esto se vincula con la idea nietzscheana de la transvaloración de todos los valores: la necesidad de abandonar la moral tradicional en favor de una nueva afirmación de la vida, libre de dogmas y culpas. En otras palabras, Nietzsche hace que su Zaratustra, quien alguna vez pudo haber sido parte del problema, ahora sea el guía para la transformación.

De modo los grandes pensamientos que ahora predicará su profeta son, en principio, el “superhombre” y “la muerte de Dios”. Pero más adelante se agregarán la “voluntad de poder”, y el “eterno retorno de lo idéntico”. Sin embargo, Nietzsche considera que estas importantes ideas no son para ser ofrecidas a cualquiera; Zaratustra les hablará a todos del superhombre, pero la “muerte de Dios” y la “voluntad de poder” son ideas que anunciará tan sólo a unos pocos, a los que él llama sus discípulos, sus amigos. Y guarda para sí la idea del “eterno retorno”, porque este pensamiento lo oprime, de manera que rehúye enfrentarse a él, no quiere mirarlo a la cara, ya que lo considera un “pensamiento abismal”.

Platón y la metafísica del "otro mundo"
Platón

Por lo tanto, en esta obra Nietzsche trata de forjarse un pensamiento propio, en tanto combate lo que para él son los síntomas de decadencia que observa en la cultura de su tiempo, e incluso en sí mismo. La metafísica tradicional, de la que Nietzsche intenta huir, se basa en un desdoblamiento de la realidad, no se conforma con este mundo, sino que se inventa otro mundo. Como es sabido, el origen de esta duplicación está en la filosofía de Platón, y de ahí pasa a la teología cristiana que, por eso, Nietzsche interpreta como un “platonismo para el pueblo”.

Es esta concepción dualista la que ha provocado tradicionalmente que los filósofos hayan menospreciado el cuerpo frente a la mente, ya que las realidades tangibles que captamos con los sentidos parecen ser “de menor calidad y pureza ontológica” que las realidades intangibles que nos llegan a través del intelecto.Y esta diferencia ontológica tendrá también un correlato moral: los “apetitos corporales” y las “bajas pasiones” son consideradas despreciables en tanto que fuente de error y pecado y, por el contrario, el espíritu, el alma o el intelecto son vistos tradicionalmente como motivo de elevación y virtud.

Friedrich Nietzsche
Friedrich Nietzsche

De este modo, la “muerte de Dios” para Nietzsche no solo significa ahora la pérdida de fe religiosa, sino la desaparición de ese nivel privilegiado de  realidad que servía de fundamento y otorgaba sentido al mundo. De ahí su llamado a recuperar “el sentido de la tierra” y dejar de devaluar nuestra vida en ella. Así, para Nietzsche, “los huérfanos de Dios” tenemos ahora una oportunidad histórica de conquistar la autonomía perdida y de devolver al ser humano lo que durante miles de años le hemos “regalado” a la divinidad. De manera que Zaratustra es el filósofo aventurero, capaz de reír y danzar a la intemperie, el que no llora la muerte de Dios porque interpreta esta pérdida como apertura,  como un suceso que abre posibilidades nuevas e imprevistas.

En este sentido, entonces, si el Prólogo de Zaratustra ofrece la visión general del destino humano es decir, la superación del último hombre y la creación de nuevos valores, en su “Primer discurso” titulado “De Las tres transformaciones” describirá el viaje interno del espíritu necesario para lograr dicha superación. Tal vez por eso, adelantándose, saboreando por anticipado esa conquista, un poco más adelante Nietzsche le hará decir a su Zaratustra:

“Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí.”

Referencias

Fink, E. (2000). La filosofía de Nietzsche. Madrid: Alianza Editorial.

Llácer, T. (2019). Friedrich Nietzsche. Pensar desde el abismo. Shackleton Books.

Nietzsche, F. (2003). “Prólogo de Zaratustra”, en Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. Madrid: Alianza Editorial.

Sánchez Pascual, A. (2003). “Prólogo”, en Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. Madrid: Alianza Editorial.  


Fink, E. La filosofía de Nietzsche https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2025/02/Eugen_Fink_La_filosofia_de_Nietzsche.pdf

Nehamas, A. Nietzsche. La vida como literatura https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2025/02/A.-Nehamas-Nietzsche.pdf

Nietzsche, F. Así habló Zaratustra https://filosofiaenimagenes.com/wp-content/uploads/2025/02/asi-hablo-zaratustra-8420633194_compress.pdf


Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *